Actos psicoanalíticos en el tiempo: El objeto entre Lévi-Strauss y Jacques Lacan.

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¿Qué puede ser un acto analítico en el tiempo? Por ejemplo, encontrarse con un objeto de Lacan ilustrando un libro de Claude Lévi-Strauss. Recoger ese hallazgo y compartirlo tiene valor de acto analítico.

¿Qué es lo que le otorga esa condición de acto? El tiempo del deseo.

Leyendo la “Antropología estructural” de Lévi-Strauss, resulta que me encuentro con Lacan, o, mejor dicho, con un objeto de Lacan, del mismo orden que esas estatuillas egipcias de las que Freud disfrutaba, y con las que se inspiraba en su consulta (de ahí la metáfora arqueológica del inconsciente como objeto a reconstruir).

La caja de Lacan

En este caso no se trata de una figura del Antiguo Egipto, sino de una caja representando a una rana, del siglo XIX, de la costa noroeste del Pacífico, perteneciente a la Colección de Jacques Lacan (ver la fotografía).

Esta imagen fotográfica aparece al principio del capítulo 13 que se titula “El desdoblamiento de la representación en el arte de Asia y de América”. Se trata de algo enigmático, de figuras o de objetos decorativos u ornamentales, dibujados sobre caras humanas, vasijas, fachadas de casas, que comparten todos ellos el mismo rasgo común: la bipartición o el split (división) del cuerpo (ya se trate de un oso o de una mariposa). Esto podría aludir a la formalización de la spaltüng del sujeto. Sobre todo porque no se trata de una representación imaginaria, sino de una escritura (en el caso de las caras, escrita sobre la superficie del cuerpo humano, con una función de tatuaje).

Arte Kwakiutl

Es sorprendente esta repetición de la misma estructura formal en las representaciones pictóricas de pueblos y culturas diferentes de Asia, América y Oceanía, sin que exista ningún fenómeno de difusión o de adopción (por su distancia geográfica o temporal) que se pueda verificar en la historia.

Todas las representaciones de este arte tan singular se pueden asimilar a figuras topológicas que se constituyen alrededor de una hendidura central, que divide el cuerpo en dos mitades, como efecto de un corte sagital.

Arte Kwakiutl

Es evidente que este corte, que escinde el cuerpo, no puede ser otro que el corte del significante, cuyo efecto es el de producir un efecto de sentido, de sujeto: la hendidura, la sutura, del cuerpo hablante (hablanteser). Este es el componente estructural que constituye la trama con el que se teje este arte que se hace presente en culturas tan dispares y distantes.

Decía que estas representaciones pictóricas tienen el carácter de una escritura; así lo plantea Lévi-Strauss, en su estudio etnológico:

“(…) Entre los cuatrocientos diseños originales recogidos en el lugar en 1935 (los indios caduceo del sur de Brasil: rostros pintados; mujeres que se pintan mutuamente el rostro), no hallé dos que fueran iguales. Las diferencias, sin embargo, no se deben tanto a una renovación de los elementos, cuanto a la disposición, siempre nueva, de elementos fundamentales: espirales simples y dobles, plumeados, volutas, grecas, zarcillos, cruces y pavesas…” (“El desdoblamiento de la representación en el arte de Asia y de América”; Capitulo 13; Antropología estructural; Claude Lévi-Strauss; Ed. Altaya; Barcelona, 1997; P. 273).

Es interesante destacar que esta imagen, que corresponde a esa caja en forma de rana perteneciente a Lacan (es una rana que sigue ese esquema topológico de un cuerpo cortado por la mitad, cuyos elementos constructivos se puede decir que son letras, como trazos rectos y curvilíneos, así como espirales o grecas), se muestra en paralelo a un Bronce Shang, China, de 1776-1122 a. C.

Bronce Shang, China, y la Caja de Jacques Lacan

Pero no nos vamos a detener tanto en esto, en el análisis del texto de Lévi-Strauss, como en ese hallazgo, por lo menos para mí, de un objeto de la colección de Lacan ilustrando el arte Kwakiutl. Esto es algo que manifiesta no solo su amistad con Levi-Strauss, su familiaridad, sobre todo el campo que compartían en sus investigaciones “estructuralistas“, tanto en el ámbito del psicoanálisis como en el de la antropología.

Intercambiar un objeto es el núcleo fundante de la “comunicación“, del lazo social. Lévi-Strauss sostiene las estructuras elementales del parentesco en un intercambio basado en la reciprocidad: el que da recibe. Si un padre da una hija a un hermano, su nieto recibirá una hija (una hermana) del clan del hermano. Esa reciprocidad, en la que se basa el intercambio social, se refleja en esas pinturas o grabados en las que un cuerpo, dividido en dos (puede tratarse del cuerpo social), se sostiene en su unidad gracias a sus dos partes que guardan entre sí una relación complementaria y simétrica. En ese cuerpo social, marcado por las estructuras del parentesco -significantes-, el objeto de intercambio, que sostiene su orden, son las mujeres.

Por lo tanto, hay aquí un intercambio entre Lacan y su amigo Lévi-Strauss, que, probablemente no sea recíproco. Lacan le presta un objeto, esa caja que representa una rana, y, gracias a ello, Lévi-Strauss, le devuelve el testimonio de la spaltüng del sujeto en el nivel del arte. “Hoy por ti mañana por mí”.

Algunas de las seiscientas figuras egipcias de Freud

La caja con una forma de rana, que Lacan cede a Lévi-Strauss, precisamente por este acto de cesión se constituye en objeto @. Aquí, mediada por un objeto, en función de causa del deseo, encontramos una modalidad del amor que hace objeción radical al narcisismo del amor (por su incapacidad de compartir, intercambiar). La rana, de hecho, simboliza, ancestralmente, la abundancia. ¿No es el intercambio, no por su cantidad, sino por su cualidad de don, entrega, cesión, símbolo de la abundancia? Recordar el rito del potlatch en el que se intercambian bienes por prestigio. Los Kwakiutl practicaban el potlatch o intercambio gratuito.

El objeto @ es un objeto de intercambio, de forma plena, lo que sucede es que lo que intercambia es goce, no bienes. Según Lacan, una de sus propiedades estructurales es que es un objeto cesible. No hay que ser un hacha para captar que la consecuencia inmediata de este acto es la de instaurar una falta: el que cede queda en falta. Es la versión del juego: “Pierde (tonto) el último“; desde el psicoanálisis: “Pierde el que cede“, corregido por el evangélico, “Los últimos serán los primeros”. Esto se ubica en la antilógica del discurso capitalista.

El objeto @ no es un objeto de cambio, marcado por la reciprocidad, aunque sí un objeto que se intercambia. Ver el planteamiento que hace Lacan del seno como un objeto que está entre la madre y el niño de pecho, adosado, aplicado, al cuerpo de la madre, y que puede ser cedido o poseído indistintamente por los dos partenaires. De hecho, Lacan señala que no es correcto decir que la madre desteta al niño del pecho, sino que es este mismo el que se des-teta, en el sentido de que se desprende de la teta, la deja caer a su debido tiempo.

Es evidente que todos los modos del objeto @ tienen ese doble carácter, articulado entre sí, de ubicarse en relación al cuerpo como un aplique, y, gracias a ello, ser cesibles. Un ejemplo puede ser la mirada, que se puede intercambiar -“Al cruzarse por un instante intercambiaron sus miradas“; también puede cederse: “Mi mirada la tengo puesta en ti“; “Se posó su mirada sobre ella”. Lo mismo con la voz: “Cuando estés lejos de mi, mi voz irá contigo”. No hace falta referirse al escíbalo y al falo en sus equivalencias simbólicas con respecto a la dimensión del intercambio: caca = regalo; falo = niño.

Con el objeto @ hay intercambio pero no hay reciprocidad en el cambio; entre otras cosas porque el @ no tiene un valor de cambio, sino de goce, que impide hacer el cálculo de cualquier relación de proporción sobre la que basar la reciprocidad, la equivalencia.

De hecho, en relación con el plano del deseo, enmarcado por el fantasma fundamental, presidido por el Che Vuoi, por la pregunta por el deseo del Otro, no se puede hablar de reciprocidad porque entre el sujeto y el Otro no hay una relación recíproca, simétrica, paritaria. En primer lugar, el deseo es impar (cuenta tres), ya que atraviesa y divide tanto al sujeto como al Otro; además, en consonancia con esta imparidad, solo hay un objeto, el @, imposible de intercambiar igualitariamente por su valor de goce; en última instancia, en su función de causa del deseo, este objeto entre-dos, unheimlich, falta tanto al sujeto como al Otro.

Arte caduveo. Figuras para marcar los rostros. Tomado de “Tristes Trópicos” de Lévi-Strauss

Por consiguiente, este objeto-rana lacaniano, ejemplo de ese arte que corta las figuras y los cuerpos, transformándolos y erotizándolos, es un objeto entre-dos; entre Lévi-Strauss y Lacan, la antropología y el psicoanálisis.

En las estructuras elementales del parentesco, el objeto de intercambio es la mujer. En este sentido la mujer es una especie de valor oro. Desde el psicoanálisis lo entendemos como valor fálico, de deseo, o de falta. Aquí no hay que pensar en la mujer de carne y hueso, en el individuo, sino en un significante fundamental, que, en su valor de deseo (falta), y de goce, rige todos los intercambios matrimoniales, según las leyes de la nomenclatura del parentesco, con sus prescripciones y prohibiciones preferenciales, determinada por el juego inconsciente de los elementos simbólicos de la estructura.

Este significante que rige la función de significación de todos los significantes, es el falo. La mujer ocupa el lugar privilegiado de este significante fundamental, cuyo referente es el goce. No se goza solo de un significante, pero no se puede gozar sin el significante (no-sin). Esto no es nada en desdoro de la dignidad de la mujer, es un efecto de la estructura. También los hombres son significantes sometidos a las leyes del parentesco y del intercambio. El problema es que hacemos una crítica ideología desde una posición, que es la nuestra, la de las sociedades supuestamente avanzadas, que cree que existe la libertad de elegir y la autodeterminación a todos los niveles (“Mi cuerpo es mío”: auténtica redundancia que es indiciaria de algo que hace síntoma: el cuerpo es el Otro). Pero, justamente, hay dos planos en el que no existe ninguna posibilidad de elección, el de la sexualidad y la muerte. Aquí todos hemos salido rana.

Fotografía de Lévi-Strauss

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