MASCULINIDAD Y GOCE

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Por Carlos Alburquerque

“La autoperfección es simple masturbación, sólo la autodestrucción conlleva evolución”.

Tyler Durden

En una entrevista con Joe Rogan, el novelista Chuck Palahniuk, comentaba que no existen modelos socio-simbólicos sobre la iniciación a la masculinidad en la narrativa literaria, a diferencia de las narraciones para mujeres que abundan en la cultura popular. La excepción sería su obra Fight club junto con La Sociedad de los poetas muertos.

Palahniuk, nos dice que de lo que se trata fundamentalmente de alcanzar en estos pasajes de iniciación, es lo que afirmaba el mitólogo y escritor estadounidense Joseph Campbell: de la necesidad en la vida de un hombre de un padre secundario (en términos lacanianos un padre simbólico) para atravesar los aspectos críticos de la masculinidad. Un ejemplo de ello sería la película: An Officer and a Gentleman, (Reto al destino en latino América) donde El cadete Zack Mayo (Richard Gere), tiene un padre alcohólico y maníaco sexual que le muestra un destino funesto y sin futuro. Para escapar al destino paterno, Mayo se incorpora a una escuela de la marina con la esperanza de llegar a ser alguien diferente a su fallido padre y así poder encontrar un propósito digno para su vida.

El entrenamiento de la escuela naval está a cargo del sargento Foley (Louis Gossett, Jr.), un claro representante de las artes marciales, quien busca poner al límite la voluntad de sus cadetes, y es precisamente en una pelea al límite, entre Mayo y el sargento, lo que determina el cambio de su destino. La función simbólica que Foley desempeña es la del padre de la ley, con quien se identifica y se revela a la vez Mayo.  También es donde, nos dice Chuck Palahniuk se manifiesta el motivo Heideggeriano de   sacrificar la juventud para lograr algo que pueda trascender la muerte.

En ese mismo sentido Fight club (El club de la pelea) que es llevada al cine con el mismo título por el director David Fincher, nos narra como un hombre sin ilusiones lucha contra su insomnio, consecuencia del hastío por su gris y rutinaria vida.

En un viaje en avión conoce a Tyler Durden, un carismático vendedor de jabón que sostiene una filosofía que pone en evidencia el nihilismo de la sociedad burguesa. Cuando su hogar es destruido por una explosión, este hombre se muda con Tyler a una casa abandonada. Allí comenzarán a organizar un club secreto donde los golpes y la violencia son el único camino para encontrar la verdadera libertad.

Este film muestra a través de las máximas de Tyler Durden –análogas a los mandatos de una ley mosaica– los pasajes de iniciación a la masculinidad. Es la obra de Palahniuk el modelo para pensar la masculinidad y su relación con su goce.

Kant había relacionado la masculinidad en su Crítica del juicio con lo sublime en contraste con la belleza de lo femenino:

Llamamos sublime lo que es absolutamente grande. Pero hablar de una cosa grande y de una magnitud es expresar dos conceptos en un todo diferente (magnitudo et quantitas). Del mismo modo decir simplemente (simpliciter) que una cosa es grande, no es decir que es absolutamente grande (absolute, non comparative mágnum). En este último caso la cosa es grande fuera de toda comparación.

Para Kant lo sublime no puede ser juzgado a partir de los sentidos, ni por la razón, sino por medio del juicio, es decir, a través de la subjetividad. “De aquí se sigue que no es necesario buscar lo sublime en la naturaleza, sino, solamente en nuestras ideas”.

Esta afirmación sorprendente de Kant nos otorga la pista en torno al goce de lo masculino, al retornar en el sujeto como una experiencia “absolutamente grande”, que le produce desasosiego.

 Edmund Burke –otro filósofo contemporáneo de Kant– reflexiona acerca de lo sublime y nos dice que todo lo que produce ideas de dolor y de peligro o actúa de forma similar al terror es una fuente de lo sublime, lo que provoca la emoción más fuerte dentro de lo psíquico. Burke igualmente que Kant opone lo sublime a lo bello. Esto último estaría relacionado con los cuerpos por los cuales se generan amor, mientras que el primero se vincula con los objetos terribles: la oscuridad, la noche y la locura.

De ello se desprende que el goce masculino origina desencadenamiento de pasiones como el terror, prospera en la oscuridad, evoca ideas de potencia y de un tipo de privación de la que son ejemplos: el vacío, la soledad, el silencio, lo no finito y la aspiración a cada vez algo mayor.

Otro pensador interesado en la masculinidad Friedrich Nietzsche, transexualizó la deidad femenina de Dionisos, convirtiéndola en un dios masculino. Lo dionisiaco, de la misma manera que lo sublime, se expresa en la preferencia por los cielos nublados frente a los serenos, por la noche frente al día, e incluso (en el terreno del sabor) por lo amargo y maloliente; en el estruendo de grandes cataratas, de furiosas tempestades, del trueno.

El goce masculino pone de manifiesto lo dionisiaco: en la melancolía, en el abismo que nos convoca, en la monstruosidad, en los edificios oscuros y lóbregos. Especialmente en aquellos en que la diferencia entre la luz exterior y la oscuridad interior es más marcada.

            Tanto lo dionisiaco como lo sublime se manifiesta en la repetición de un solo sonido de cierta fuerza, que produce un gran efecto, como en los primeros acordes de la Quinta sinfonía de Beethoven.  Lo sublime del arte y el espíritu dionisiaco son caras de ese ímpetu de la conducta pasional del hombre por lo terrible. Tanto Burke como Nietzsche han visto lo seductor que puede ser lo oscuro, lo ominoso, lo profundo, adjetivos que representan la filosofía nietzscheana entorno al goce masculino.

Lacan en sus fórmulas de la sexuación estableció lo masculino con el siguiente enunciado lógico: Todos los hombres están sometidos a la función fálica (a la castración) pero hay por lo menos uno que no lo está.  Lo que podemos observar en el personaje de Tyler Durden es una inhabilitación a la excepción de la regla que la confirma, de ahí el nihilismo de su pensamiento, el cual hace experimentar a su alter ego, el goce masculino desde el vacío del Uno paterno. Ahora bien, este goce se origina en la trama de la obra con el encuentro con Marla, representando la singularidad de la mujer cuya función en la relación con lo fálico –según Lacan y sus fórmulas de la sexuación– es buscar interpelar al falo que la determina. Es así como se histeriza lo fálico haciendo que la relación especular del Narrador con Marla –al inicio de la trama– le devuelva su mensaje de forma invertida haciendo con ello que no pueda fingir –“Marla, la gran turista. Su mentira reflejaba la mía”– nos dice el Narrador de la historia.

Precisamente cuando el protagonista/el Narrador al faltar la instancia paterna de representación y buscando escapar de la imagen de Marla, es decir, del encuentro con el prójimo femenino, y al fracasar esta relación con el prójimo, es cuando se produce la aparición de este conflicto en su psique, ya no en su relación imaginaria con aquel, sino en lo real como desdoblamiento de la personalidad, como respuesta a la afirmación de su identidad sexual en tanto imposibilidad del ser hombre ante la amenaza del prójimo femenino.

Debemos aclarar siguiendo a Kenneth Reinhard que, para el psicoanálisis, a diferencia de las teorías de género: “no suponen las necesidades biológico-cósmica ni de la posibilidad cultural lúdica, sino la imposibilidad de habitar plenamente la identidad sexual que hace de cada instancia concreta de la sexuación una función de la contingencia radical”.

Tyler Durden es producto de esta contingencia radical que busca afirmar el goce de la masculinidad como antagonismo al discurso capitalista:

Todos hemos crecido con la televisión haciéndonos creer que un día seremos millonarios, dioses de las películas o estrellas de rock. Pero no lo somos. Y lentamente nos damos cuenta de ello. Y estamos muy enojados. La publicidad nos hace codiciar autos y ropa. Trabajos odiosos para comprar mierda que no necesitamos. Tú no eres tu trabajo. No eres cuánto dinero tienes en el banco. No eres el auto que conduces. No eres el contenido de tu billetera. No eres tus malditos pantalones. Eres la mierda obediente del mundo.

Son estas frases lapidarias, las que expresan el goce masculino, las cuales no pueden ser absorbidas por el discurso normalizador del capitalismo burgués.

Es así como el Narrador/protagonista es afectado al mismo tiempo por el goce de su alter ego y nos dice al respecto:

 “Quería meterle una bala a cada panda que no cogía para salvar su especie. Quería abrir las válvulas de todos los buques cisterna y contaminar con petróleo todas esas playas francesas que nunca conocería. Quería respirar humo”.

Los diálogos anteriores reflejan el goce masculino que es el reflejo de lo sublime del mundo, del espíritu dionisiaco de la voluntad de poder como reflejo de la pulsión de muerte.

La obra de Chuck Palahniuk nos invita a reflexionar sobre el goce de la masculinidad en tanto objeto estético de lo sublime y cuyo núcleo es determinado por La Cosa (das Ding) cuyo aspecto de pérdida fundamental hace contrapeso a la ideología consumista de la superación personal.  Esa promesa cuyo slogan es: “pare de sufrir”, pretendería anular lo trágico de la vida transformando al sujeto deseante en un sujeto adormecido, calmado o paradójicamente hiperactivo para que siempre pueda estar en estado productivo para el Sistema, y para ello impone modular los estados de “crisis” subjetiva del individuo con los psicotrópicos: su sensación de angustia con sedantes y su tristeza con antidepresivos para que el sujeto pueda seguir consumiendo.

No es necesario dejar las actividades productivas por un punto de quiebre existencial que nos pudiera sacar de nuestra aburrida “normalidad” y aun en el campo de la identidad erótica el capitalismo ha logrado inmiscuirse de tal forma, que sólo se puede disfrutar del sexo si se está conforme con los estereotipos masculinos de la sociedad de consumo, es así que el Narrador de Fight club, increpa la imagen idealizada del hombre al decir como: “le daban pena los hombres de los gimnasios, intentando verse como indicaban Calvin Klein o Tommy Hilfiger”.

El club de la pelea nos enseña algo esencial sobre la teoría psicoanalítica en torno a la masculinidad, que ésta se inscribe y se instituye en el límite de su propio goce. Ese límite sería la masculinidad misma, pero entonces ¿Qué sería lo que produciría ese límite? La respuesta es la belleza en su sentido apolíneo nietzscheano que agujera lo real del goce. Ella es la contraparte dialéctica de lo sublime masculino, la belleza no es, por lo tanto, su complemento, sino su falta de completitud.

Cuando el Narrador comprende que Tyler Durden quiere deshacerse de Marla por ser ella un obstáculo para su deseo de destrucción, es en ese preciso momento que él se da cuenta de su amor por Marla. No fue cuando su alter ego Tyler Durden tuvo sexo con ella a través de él mismo sin saberlo –ejemplo contundente de la falla en la relación sexual de los partenaires– sino cuando vislumbra que puede ella ser asesinada, que es mortal, que se encuentra en falta. Nunca antes había sentido amor por ella hasta que la vio en peligro, de la misma forma que Álvaro el protagonista de la novela de Jacques Cazotte, El diablo enamorado –de donde Lacan tomó su concepto de Che vuoi (qué se quiere) de su grafo del deseo– amará a Biondetta. Ella es la encarnación del Diablo en una hermosísima mujer, llena de virtudes quien no logra con toda su magia enamorar a Álvaro, hasta que un día ella sufre un atentado contra su vida por parte de una rival celosa, es en ese instante que Álvaro responde con amor, debido a que -como lo refiere el psicoanalista Darian Leader:

 “La imagen se ha vinculado con la falta, ha sido golpeada, el amor se dirige a una imagen que ha sido herida, como falta de conocimiento (…) El amor como dice Lacan está en última instancia dirigido a una carencia”. 

De igual manera el narrador del Club de la pelea, ama Marla por su falta, no por su complementariedad femenina, sino por su incompletitud, la cual le genera deseo, por causa de la no relación sexual, de la representación proporcional de los sexos, que es suplementada con el amor. Es esta incompletitud amorosa, la que hace barrera al goce masculino.

Tyler Durden es la personificación del goce masculino como espíritu dionisiaco, el amor que experimenta el Narrador es la respuesta a la ausencia de la representación vinculada al deseo de destrucción.

Masculinidad y feminidad, no son polos opuestos sino principios dialécticos que se oponen a la totalidad de la representación sexual. De la misma manera que en el juicio de nuestros conceptos de lo sublime y de la belleza, son expresiones incompletas de la definición representacional del objeto estético en tanto absoluto, siempre hay algo de sublime en la belleza y algo bello en lo sublime. Es por esta razón, que la verdad se manifiesta a través del diálogo que el Narrador establece después de golpear brutalmente a Angel Face –quien para sus ojos lo ha desplazado de la preferencia y del reconocimiento de Tyler– el cual es, en última instancia el mismo. Pero de qué tipo de reconocimiento estamos hablando. Cuando el Narrador es desengañado sobre la existencia en la realidad de Tyler Durden como su interlocutor, es entonces que se devela el objeto de su deseo de reconocimiento, sólo como la forma de ese mismo deseo.

 Y en el plano de su goce, se devela como desconocimiento de lo que es extraño para sí mismo y es por eso, que el protagonista extrañado, se interpela diciendo:

 “¿Qué hiciste, chico psicótico? – Quería destrozar algo hermoso”.

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