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El deseo a través de la obra de Marguerite Duras

23 minutos de lectura

Sé que es un gran atrevimiento hablar sobre el deseo, sin  embargo, no puedo prescindir de ello. No puedo prescindir de decir algo, ahí donde todo es incierto, ahí donde no se sabe, ahí donde los fantasmas de Marguerite Duras hablan.

Cuando uno oye la noticia de un crimen, sabe algo sobre el deseo, sobre lo terrible del deseo, sobre lo real. Uno no puede pasar desapercibido a ese acto, a esa consecuencia de deseo.

En “Moderato Cantabile” y en “Dix Heures et demie du soir en été” se sabe que alguien mató. La interrogación de Marguerite Duras está más acá del crimen, ahí donde su mirada construye escenas previas, donde no busca como el criminólogo la culpa, la evidencia, sino donde encuentra simplemente la presencia de la re-significación, la existencia, la sin razón, la locura.

Moderato Cantabile (Peter Brook)

Y sabiendo que la historia personal es la única pluma para escribir me pregunto ¿qué es lo que para Marguerite Duras es el deseo?. Ella adolescente vive con su madre, el padre no importa, no existe, está muerto, lo ha enterrado. La madre, en cambio, ama al hijo que la roba. Es el objeto de su deseo, demasiado a la mano, demasiado cerca, al punto insoportable de la locura. Marguerite gira como un  perro sin dueño (La mendiga del Vicecónsul), sin él, sin ella. Está disponible, siempre disponible al amor..

Marguerite Duras voz del deseo.

Empezaré con una historia- ficción de Marguerite. Marguerite nace en Saigón y conoce a su padre sólo a través del desfallecimiento de una madre que enseña el piano y se aferra a la tierra. A la tierra que guarda esa historia que no ha vivido pero que contiene tal vez la escena que imaginó cuando se fue a Indochina con ese hombre con quien tuvo tres hijos. Uno murió, no pudo soportarlo, otro no pudo separarse de ella y Marguerite fue a la escuela con el sombrero de su madre que no le quedaba y se construyó una imagen de virgen-prostituta que se ofrecía al deseo, que se ofrecía a los hombres para que la desearan, para que la amaran…

M Duras

Se ofrece a ellos en todas sus novelas, a todos si es preciso, pero su mirada (como la de Anne Marie Stretter) no se detiene allí, va siempre más allá… 

¿Qué es lo que podría detenerla? Hay elementos que puntúan la historia: el dinero, el recuerdo, el alcohol, la poesía, el mar, pero ¿qué significado tienen en esa oferta siempre reiterada en sus escritos? Marguerite no escribe un tratado sobre el deseo, cuenta sólo la particularidad de un caso, abre el escenario de un pequeño drama entendido sólo ahí en ese juego individual que siendo el mismo nunca, es el mismo. No es lo mismo amar a un hombre que amar a otro, no dice lo mismo en “Hiroshima mi amor” que en “El arrebato de Lol V. Stein”, sin embargo podemos ahí leer la estructura de la repetición, el sentido del amor re-vivido para hacerlo posible y en “La amante inglesa” darnos cuenta de las consecuencias que tiene el no poder repetir, el no poder encontrar a alguien que escuche, que soporte ese deseo antes de hacerse existir por un acto criminal.

¿Dónde detenernos en el torrente que emana de Marguerite Duras? ¿Por qué en una novela y no en otra?, ¿Por qué en la madre y no en el padre?

Su historia personal está planteada a gajos, despedazada como el cadáver que apareció en diferentes fechas en la estación de Viorne.

¿Cómo juntar los pedazos y para qué juntarlos?

En “El Dolor”, novela autobiográfica pareciera intentarlo, algo nos dice. Pero es así, como parte de ella, que al leerla se mezcla con otros ojos, es así como podemos advertir algo en nosotros.

Me detengo pues, en donde mi lectura hace dique, en donde la relación con la madre la arrastra a ese juego sado-masoquista en donde el tercero presente en las sombras, pide, reclama, arranca al amante. Porque sólo se puede amar al que es, en ese que no es. El aferrarse al que es, orilla al crimen, a sacar de la escena, a la locura.

¿Qué pasa en “El vicecónsul”?

Un hombre nominado para el cargo de vicecónsul en Lahore al mirar los leprosos que se congregan bajo su balcón dispara, mata a algunos de ellos, no sabe, no sabe de su acto. Tiene que ser juzgado por esto, retirado de su posible cargo antes de ocuparlo. El se calla sólo habla de su vida re-significada por este acto, con el dueño de un bar, éste será el intermediario. El no sabe por qué lo hizo, no se lo pregunta tampoco, él sólo espera, espera la palabra del que tiene poder sobre él. Queda inscrito, fijado a esta palabra, espera.

Anne Marie Stretter es la mujer del embajador. Es una mujer muy bella de la que otros hablan, se sabe que tiene dos niñas del embajador, se sabe que tiene amantes, se sabe que el marido lo permite.

Es en ella en quien la mirada del Vicecónsul se detiene.

Esta mujer del Otro, de los otros, le da una esperanza, de pronto sabe que sólo a esta mujer imposible puede amar. Encadena entonces a ella esta locura de amar. Se hace presente, le habla, se detiene en  los objetos, en los espacios que ella ha ocupado (la bicicleta, la cancha de tenis) como si encontrara la vida demasiado tarde y la sigue hasta la muerte.

Paralela a esta mujer que lo tiene todo (aún al Vicecónsul, su locura y su muerte) existe una mendiga que lo sigue, que sigue al río, a la comida, a Anne Marie Stretter. Se sabe quién es, se habla de ella: es la que sólo recuerda la canción de Bangladesh.

La mendiga salió hace mucho del lugar en que vivía con su madre. La madre la corrió de la casa por estar preñada. Su historia es la pérdida paulatina del deseo, la joven avanza hasta no saber a dónde, en ese camino pierde su hijo y hace otros que no significan ya nada para ella, pierde el pelo, su imagen, su cuerpo, sigue un rumbo marcado por otros, no alcanza a sufrir, canta, no espera. Dejó de ser mujer a fuerza de no esperar, de no pedir, de no ser para alguien.

En “El Amante”, la joven es el objeto del hombre que paga la cena familiar; en “Un Dique contra el Pacífico” la joven es el señuelo del chino que le dará un diamante para la madre, de esta manera existe, se inscribe en el deseo de Otro, de los otros, incluye a la madre y al hermano en la escena de amor. Se imagina amada, vive.

Hiroshima mon amour (Alain Resnais)

En “Hiroshima mi Amor” es otra historia:

Hubo un acontecimiento en Nevers. Una locura. La niña – adolescente francesa se enamora de un joven alemán al punto de no poder vivir sin él, cuando lo matan su romance se hace público porque ella no puede separarse del cadáver, la joven se convierte en la vergüenza de los padres, que la encierran en el sótano, la rapan, la apartan. Un día la sueltan, por la noche, puede ir a París, perderse ahí, si quiere…

La escena de Nevers se olvida. En París ella encuentra un hombre, un trabajo, construye sobre el olvido.

Años después viaja a Hiroshima tras la filmación de los desastres de la guerra, tras la filmación de la muerte. Un hombre la encuentra y descubre en ella aquello que parecía olvidado: Nevers. Re- vive entonces la escena. Ese Amor. Lo vuelve a vivir con otro para saber que no puede ser, para saberlo de otro modo y poder renunciar a él sin necesidad de morir. Para poder regresar y habitar su vida.

En “El arrebato de Lol V. Stein” se plantea nuevamente la existencia de esos dos escenarios que hacen al amor posible pero que atraviesan por la locura, que transitan por ella. Se trata de la locura situada entre lo posible y lo imposible. La locura como pasaje.

Lol tiene algo raro, dice su amiga, no quiere cualquier cosa, no es como las demás, se distingue. Su amiga se extraña también de que haya querido casarse con Michael Richardson. Estaban prometidos, comprometidos cuando sucedió lo del baile en el Casino Municipal de T. Beach. La escena es así: Lol se encuentra con su amiga y su prometido está a cierta distancia. Entra en el salón Anne Marie Stretter acompañada de su hija. Richard la mira, va hacia ella, baila con ella y no puede separarse ya de Anne Marie Stretter. Lol presencia esto, no se indigna, no grita, sabe que no puede ser de otro modo. Lol queda excluida de la escena de amor.

La madre de Lol la lleva a su casa de S. Tahla para enloquecer, se habla de ella, es, “a la que abandonaron en el baile del Casino”.

S Tahla

¿Cómo ser otra?

Un día sale a la calle y se pierde. Un hombre la encuentra y la identifica con esa mujer de la que se habla. Decide entonces tomar por esposa a esa joven abandonada por otro; decide sacarla de esa historia y Lol deja que esto suceda. Van a vivir a otra ciudad y Lol toma el papel de una esposa callada y prudente (que habla sólo lo necesario) tiene con su marido dos hijos y cuida excesivamente del orden. El esposo decide aceptar un puesto que lo invita a regresar al punto de partida. Regresar a S. Tahla.

Lol retorna al escenario y sale de nuevo a la calle, se pierde en las calles, no sabe qué busca. Encuentra al amante de Tatiana (la amiga que la acompañaba en el baile) y desde ahí empieza a saber.

Sabe entonces que tiene que incluirse en esa escena y sólo empieza a existir como deseante cuando lo logra. Cuando es deseada por el amante de su amiga, precisamente por él, cuando logra hacerse acompañar por él al Casino de T. Beach. Al Casino vacío que contiene su exclusión, su marca. Y así inscrita en el juego del engaño, sabe.

“La Amante Inglesa”

“Se cometió un crimen en Viorne. Se ha encontrado un cadáver en pedazos en diferentes fechas siempre en vagones del ferrocarril que pasa por el viaducto de Viorne.

La cabeza aún no ha sido encontrada. Se sabe que se trata de una mujer corpulenta cuya edad oscila entre los 35 y 40 años”.

Claire, su esposo Pierre y su vecino Alphonse acuden regularmente al Bar a conversar con Robert Lamy.

Ahora sólo se habla del crimen, ha venido un policía de París para investigarlo. Claire pensaba irse pero no puede tolerar que lo que se diga sea otra cosa que no sea la verdad, que no sea esa escena que la incluye.

Claire, el personaje central de la novela ha sido amada por un hombre en su juventud, por un hombre que la aleja de Dios y luego la abandona. Se casa entonces con Pierre sin amarlo, él se aburre de ella, se queja de que no pueda atender la casa y deciden llamar a la prima sordomuda para que se haga cargo de las labores, de la comida, de lo que Claire no puede hacer. Claire entonces permanece largas horas en el jardín junto a la menta inglesa (la mente anglaise).

Es ahí donde encuentra un lugar (y donde entierra la cabeza de Thérése, la prima).

Claire había hecho intentos de vivir un amor con Alphonse, de revivir en él aquello en lo que la habían abandonado, de repetir la escena, pero Alphonse no se interesa en ello, aunque la escucha, la comprende e incluso la ama tal vez, de otro modo. Alphonse tiene en cambio relaciones sexuales con Thérése, el marido tiene amantes y ella lo sabe. Claire dice: “a Thérése la casa le pertenecía, hacía todo lo que quería. Hacía la limpieza y la limpieza ocupaba el lugar del tiempo”.

La escena del crimen es construida en este contexto. Thérése es tan grande que ocupa el lugar de Claire, la vigila, no queda más remedio que matarla, que sacarla de la escena, no queda más remedio que el pasaje al acto.

La escritura de Marguerite es la puesta en acto del no saber, del dejarse arrastrar, poseer, por un deseo que no se explica, es eso que convoca, que empuja, que llama a los espíritus al filo de la vida y de la muerte. En “Los Ojos Azules Pelo Negro”, “El Mal de la Muerte”, “Un Hombre en el Pasillo” viven personajes que no tienen nombre, que lo han perdido en su búsqueda de amor donde se topan con la imposibilidad como si sólo existiendo en ese desconocimiento de sí mismos (fuera del que todo pierde sentido) pudieran tener la esperanza de amar.

La escritura de Marguerite Duras alude al borde de lo insoportable, de la desesperación, de la muerte, de la palabra que no se dice, de la espera y es por eso que en ocasiones no se tolera.

M Duras

La obra de Marguerite Duras es muy basta, parecería que toma la pluma cada vez que quiere decirnos eso otra vez, de otro modo, porque una vez que lo advierte no puede dejar de decirlo.

Su obra circunscribe al deseo en lo imposible del goce. El goce que, como monstruo mítico no cesa de tocar a la puerta, de insistir, de interrumpir aquello que parece ser.

Digamos que Marguerite toca puntos clave: La nominación (“El Vicecónsul”) la muerte, el límite, el crimen, la fascinación, lo siniestro, la femineidad, el cuerpo; el saber, la verdad, la locura, el amor, el goce …

Sabiendo que no puede detenerse en ese imaginario que engaña, se detiene. Sus personajes siempre tienen un pie en aquello simbólico que los estructura y que paradójicamente no los deja vivir. Son seres que no pueden ser engañados, pero que tampoco saben más allá de sus actos. Pone en ellos una verdad en acto, como si se detuvieran antes de poder decírsela e inmersos en la repetición se condenan, pues no pueden tampoco echarse para atrás. No pueden decir que no saben y esa ignorancia les marca un camino. Es la angustia pura, lo intermedio. No hay dique en el Pacífico y lo sabe, sin embargo juega a construirlo y en eso, se le va la vida.

La vida es una novela, es la novela de la desesperanza y de la verdad. La verdad de un amor que por no lograrse se tiene.

La vida como espejismo más acá de la creencia. Marguerite Duras sabe que dejarse arrastrar sabiéndolo no es lo mismo que creer saber, sus personajes no son ingenuos, son personajes que ocupan su vida a cualquier precio… es un paso más, es empezar a ser, es dejarse poseer por el fantasma; materializar el fantasma, vivirlo en otro ( El Arrebato de Lol V. Stein). Subvertir el tiempo.

Sus personajes no son neuróticos, van más allá del síntoma en tanto que se saben ignorantes de sí mismos. En tanto que al actuar esa ignorancia se convierten en testigos de su propia verdad. 

Este es mi decir sobre mi lectura de Marguerite Duras

Noviembre de 1989

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