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“De Antígona a Nina. Un cometa en el Universo de María Zambrano”

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Trabajo presentado por María Lizcano el 15 de febrero de 2022 en el Seminario de Relatos y Retazos del Psicoanálisis: “(a)lma y poiesis: María Zambrano y el Psicoanálisis”

En esta presentación voy a rescatar dos personajes femeninos que María trata con inmenso cariño y respeto en una parte de su extensa bibliografía. Uno es Antígona, de la tragedia clásica griega y el otro es Nina, de la novela realista española de finales del siglo XIX y principios del XX. Considero que los va macerando durante toda su obra, hasta obtener un delicioso néctar. Yo diría que María se enamora de estos 2 personajes femeninos y que yo me enamoro de estas 3 mujeres: de Antígona, de Nina y de María. Porque las 3 representan la exaltación de la vida. Pero no de una vida vivida de cualquier manera sino de una vida que tiene como referentes el amor, la paz y los cuidados. Las 3 nos hablan del amor a la vida. Pero una vida vivida con la brújula de una ÉTICA.

Hablaremos primero de Antígona, a quien el amor y su propia ÉTICA le conducen a la muerte.

Antígona representa la ética frente a la vieja moral heredada.

ANTÍGONA

Zambrano nos dice que Sófocles cometió un error en su tragedia haciendo que Antígona se suicidara en su tumba.

Según Sófocles, Antígona  entra en su tumba delirando y lamentando sus nupcias no habidas con Hemón. Os recuerdo que, en la mitología clásica, Antígona iba a desposarse con Hemón, hijo de Creón, que es quien ordena encerrarla viva en una tumba por haber dado sepultura a su hermano Polinices. Antígona eligió observar las leyes no escritas de los dioses y de su propia ética, que ordenan enterrar a los muertos y, de esa manera, desafió las leyes de la ciudad. En consecuencia, fue encerrada viva en la tumba de sus antepasados. Allí dentro, ante la horrible perspectiva de una agonía eterna, se ahorcó.

Cuando entra  en su tumba, se desatan, al tiempo, su llanto y su delirio. María, en su texto, tiene la generosidad y la genialidad de dar voz a ese delirio. De dar un tiempo extra a Antígona.  Y Lacan apunta que el suplicio de Antígona consistirá en “estar encerrada, suspendida en la zona entre la vida y la muerte. Sin estar aún muerta ya está tachada del mundo de los vivos. Ahí comienza su lamento de la vida”.

María, como buena creadora, en su texto de 1967, “La tumba de Antígona”, prolonga la vida de Antígona, aunque sea ya en la tumba. Le da un tiempo entre la vida y la muerte. Un tiempo para apurar su vida no vivida. Me da por pensar que ese tiempo que Zambrano otorga a Antígona, es el que ella tampoco  tuvo, pero le hubiera gustado tener, para poder despedirse tanto de su propia madre como de su país, del que tuvo que salir hacia el exilio.

A Antígona no se le anunció su destino, como sí se hizo con Edipo. Además, Edipo estuvo  acompañado por su hija durante su destierro. Pero ella estuvo sola en su tumba. Antígona estuvo sola y se le dio una tumba. Por eso Zambrano reclama que se le dé, además, un tiempo. El tiempo de un tránsito para salir purificada hacia su destino ultraterrestre. El tiempo que los humanos necesitan para recibir esa revelación que de ellos surge. Un tiempo de olvido y de ausencia, como en el sueño. “Claros que se abren en el bosque de la historia”. Los claros que se abren en el bosque son como “silencios de revelación”.

En el texto de Zambrano, Antígona en su tumba, va a recibir a los personajes más significativos de su vida y María les dará el tiempo y las palabras.

Allí, en la tumba, recibió a su hermana Ismene, a su padre Edipo y  a la sombra de su madre. Su nodriza Ana llega con un cantarillo de agua, y una ramita de albahaca, y le susurra con cariño: “sí, niña, siempre estabas pegada al agua, siempre a vueltas con el agua y con el cantarillo, como si fueras del agua y no de la tierra”. (Esto me hace recordar al texto de Lorca, el primer año de nuestros encuentros, en el que el agua estaba tan presente en el sinvivir de Yerma). Yerma y Antígona están unidas en su soledad y en la incomprensión de quienes les rodean. No sé si recordaréis que Yerma se quejaba diciendo: “no es justo que yo me consuma aquí. Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra”.

También recibe a Hemón, su amado, que le declara: “yo soy el único que ha muerto por amor. No sé si me maté o es que no pude seguir sin ti viviendo”.

Incluso recibe a Creón, a pesar de haberle llevado a la tumba. A él le echó en cara ser “de esos que para estar arriba necesitan echar a los demás a lo más bajo, bajo tierra si no se dejan”. Y a quien le confía un mensaje para su hermana Ismene. Dile que “viva por mí, que viva lo que a mí me fue negado: que sea esposa, madre, amor. Que envejezca dulcemente, que muera cuando le llegue la hora”.

Y a sus hermanos Eteocles y Polinices que se mataron en un duelo, peleando por el poder que representaba el trono de Tebas. Y a quienes  Antígona les increpa: “¿es que no podéis querer alguna cosa sin tener que dividirla y queriendo llevárosla toda entera, sin dejar nada al otro? Para matarse hay tiempo, todo el que haga falta. Sin embargo, para vivir, no hay tiempo”.

María habla de la muerte de los 2 hermanos, a manos uno de otro, como símbolo de toda guerra civil, como una trágica experiencia que ella y toda su familia padecieron. Y habla del tirano que “se cree señor de la muerte y que sólo dándola se siente existir”. “El hombre que manda para condenar”. (Os diré que intuyo en quién estaría pensando María cuando escribió esto, en 1967, en plena dictadura).

En las guerras civiles el otro no existe, porque el otro es “uno mismo”. Los hermanos de Antígona mueren luchando entre sí. Uno defiende la ciudad y el otro la ataca porque quiere conseguir su gobierno. La ciudad decide enterrar a uno con honor y dejar al otro a la intemperie para que lo devoren las aves carroñeras. En consecuencia, su alma no descansará jamás. Antígona sale sola de la ciudad y lo entierra como puede. Debido a esto, el tribunal de la ciudad castiga a Antígona por no respetar la ley humana. (Pero ella dice que hay una ley que está por encima de la ley de los hombres e invoca la piedad como algo previo a la ley).

María Zambrano

Frente a la ley de la ciudad, María propone la ley del amor. Frente a la guerra fratricida María propone la fraternidad. La fraternidad, como aquello que afloja el nudo del mal, como lo contrario del poder que ciega y enajena. Esa  será la aportación que hace Antígona, que es una heroína hecha para el amor y no para el odio.

Hegel señalaba que los griegos tenían 2 leyes. La de la ciudad, que es una ley varonil y que nos obliga a hacer cosas incluso contra el interés de nuestra propia familia. Y la ley de la familia, que es compasiva y cercana y que atañe, sobre todo, a las mujeres.

Es decir, mujeres y hombres, a veces,  no tienen la misma ley. Y en particular, cuando se trata de activar una guerra.

Antígona dice que no está hecha para la guerra sino para el amor. El pensamiento feminista recoge esa antorcha y propone que las mujeres no deberíamos colaborar en ningún tipo de guerra. Podemos considerar a Antígona, y otros relatos como el de las troyanas o las sabinas, como historias fundacionales. En todas ellas tenemos una versión diferente. La versión de las mujeres respecto a la convivencia y el papel que les corresponde a ellas. El de interponerse para evitar las guerras y mantener la paz. Siguiendo este hilo, Xóchitl nos recordaba el interesantísimo texto de Amelia Valcárcel “Ahora feminismo. Cuestiones candentes y frentes  abiertos”. Aunque Valcárcel también destaca que no puede ser  la paz a cualquier precio porque “la sujeción femenina es la clave de todas las violencias. Y mientras las mujeres sigan siendo abnegadas la violencia no cesará”. No podemos olvidar que Antígona es una mujer insumisa, que se rebela. Su hermana Ismene le dice: “tú persigues imposibles. Y conservas un corazón ardiente en situaciones heladoras”.

El compromiso cívico de Antígona es construir la matria de la hermandad solidaria en contraposición a tantas patrias edificadas con llanto y sangre.

Antígona está dispuesta a morir por amor y por el compromiso que se impone a sí misma de enterrar a su propio hermano, desafiando las leyes de la ciudad. Dirá: “es un honor para mí, morir cumpliendo con mi deber”.

Antígona declaró: “estoy muerta y quiero la muerte”. Ella lleva hasta el límite la realización de lo que Lacan llamará el deseo puro. Ella encarna el puro y simple deseo de muerte como tal. Y en esto, Nina y Antígona son personajes opuestos.

A Nina, su amor, le llevará a exaltar la vida y a retrasar lo más posible la muerte, como veremos a continuación.

GALDÓS Y NINA

Porque ahora os tenéis que preparar para un viaje espectacular en el espacio y en el tiempo. Nuestro cometa nos transporta, por el universo de María Zambrano, desde la Grecia clásica a la España del siglo XIX, de Tebas a Madrid.

Es posible que muchos de vosotros conozcáis la tragedia de Antígona y os hayáis acercado a la figura universal del Quijote, pero Misericordia, de Benito Pérez Galdós, y su protagonista, Nina, es más desconocido. Zambrano equipara el personaje femenino de Nina con el masculino del Quijote, ese personaje tan paradójico ya desde su descripción, pues era un “caballero andante”.

Benito Pérez Galdós

María, en su texto de 1960, titulado “La España de Galdós”, nos dice que este escritor, tantas veces desdeñado y olvidado, nos da la vida misma. La vida del español anónimo, apegado a una comarca, a un terruño. En Misericordia, Galdós cuenta una historia insignificante, sobre un personaje inexistente, Nina, dotado de una extraña vida. “Una vida, que habiendo conocido la extrema necesidad, acaba libre de ella. Una vida perdida, lo que se llama una vida deshecha, la historia de alguien que se hunde hasta perderse y que en lugar de desaparecer, nace”. Nina es un ser íntegro que parece que nace a cada instante. “Es un presente, dice María, que al renacer en cada instante, es porvenir”.

María nos presenta a  Nina como la guardiana de la vida. Realizadora de imposibles a diario. Todos los personajes de la novela viven sobre su frágil espalda, sostenidos por la incansable actividad de sus ligeros pies, consolados por la imperturbable alegría de su ánimo.

Y Zambrano considera que Misericordia (1897) es el centro de la obra de Galdós (1843-1920). Sin ninguna duda, Nina es la protagonista de Misericordia.

María escribe que Nina, en verdad, es MISERICORDIA. “Quien vive de la misericordia, vive del pedir y del dar. Ni lo uno le humilla, ni lo otro le envanece”.

Por su lado, la señora Paca, para la que trabajaba Nina, representa el Coro de la tragedia, ya que le dice “lo que todo el mundo le diría”. Lacan, en el Seminario 7 nos dirá que “el Coro es la gente que se turba. El Coro es el que siente por nosotros, el que se hace cargo de nuestras emociones y así, nosotros, nos quedamos libres de preocupaciones”.

Nina, al igual que Antígona durante su errar en el exilio, también es una mendiga y vive su vida como un delirio. Su verdadero oficio es el de mendiga.  Con el agravante de ser mendiga de incógnito.

Galdós nos dice: “Nina se vio en la necesidad de salir también al pordioseo de tarde y un ratito por la noche, pretextando tener que llevar un recado”. En la breve campaña nocturna sacaba escondido un velo negro, viejísimo, para entapujarse la cara y unos espejuelos verdes que le hacían parecer una señora ciega.

Así, saliendo a pedir tres veces al día, lograba reunir algunos cuartos, pero no todos los necesarios para sus múltiples compromisos. Además, trataba, por todos los medios, de que la señora no descubriera que tenía que salir todos los días a pedir limosna para mantenerla”.

Madrid-Plaza Canalejas

Don Benito  la presenta recorriendo el submundo de Madrid “de punta a rabo”, en los descampados y vertederos que rodean la capital de finales del S. XIX: “Desterrada en su propia ciudad, y tratando con las gentes más diversas, subiendo escaleras sin parar y cuestas que nos recuerdan las del exilio de Antígona y de la propia Zambrano. Conviene recordar que a ninguna de las dos les fue posible velar a sus muertos.

CIUDAD

El Madrid que nos presenta, magistralmente, Galdós, es una ciudad plantada en el desierto, rodeada de vertederos y escombreras, de tétricas estaciones de ferrocarril. Un trozo de tierra con sus viñedos y garbanzales, con sus trigales y roquedas. La ciudad que asoma su rostro en la novela de Galdós, nos parece un monstruo. La España del harapo y la locura, de la mezquindad y el disparate, de la prodigalidad y el absurdo.

Esta descripción del paisaje madrileño me ha hecho recordar a Comala de Rulfo, donde iba Pedro Páramo: “aquello que está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija”. Y también al peregrinar de Borges a la búsqueda de la Ciudad de Los Inmortales: “Ascendí de la ciega región de los negros laberintos entretejidos, a la resplandeciente Ciudad”.

VIDA

Decíamos que tanto Antígona como Nina fueron mendigas. Un mendigo es alguien que no sabe lo que la vida traerá mañana. Alguien que se coloca, con la mano abierta ante una realidad impenetrable y recibe lo que la vida tiene de don. Pues la vida es, ante todo, un don. Algo que se recibe… pero luego, además, hay que vivirla. Vivir la vida, dice Zambrano, implica un dónde, un cómo, un porqué y un para qué. Para unos es más importante el dónde y el con qué, para otros el con quién y el para qué.

Vivir es, ante todo, tener tiempo, nos dirá Zambrano. Poder disponer del tiempo porque el tiempo es la posibilidad de la vida. En el modo de usar el tiempo, de disponer de él, está la libertad de cada sujeto. Y  Zambrano piensa que Nina es una mujer libre porque sólo está limitada por la fidelidad y por la obediencia que ella misma elige.

Vivir humanamente es un movimiento pendular del sueño a la realidad, nos dice María. Y reflexiona sobre El QUIJOTE que  se caracteriza por llevar al extremo ese movimiento pendular entre la enajenación y la cordura. D. Quijote encuentra la razón en sueños, saltando por encima de la realidad y, paradójicamente, muere…cuerdo. Nina también tiene su propia quimera y vive inventando mentiras, sostenida en la esperanza de que algún día, como así ocurrió contra todo pronóstico de cordura, fueran verdad.

AGUA

Zambrano también rescata la similitud de Nina con el agua. Nina es como el agua. Ni mar ni río sino manantial. Materia viviente, un nacimiento constante. Lugar de donde brota la vida. Ella, como el agua, nos sirve, cumple su función y sigue su camino. Porque el agua también es una sierva.  Agua pura y viva brotando entre los escombros. Agua y roca a la vez.  Nina se va en agua y el moro Mordejai, a quien os presentaré en breve, que es ciego, se va en luz, en las visiones que sueña. En la luz del misterio de Madrid. La inconfundible luz de nuestro cielo madrileño (que la mayoría de vosotros conocéis bien).

La relación con el agua me hace recordar las palabras que Ana, la nodriza de Antígona le dirige en su tumba: “siempre estabas pegada al agua, como si fueses del agua y no de la tierra”. Y también la presencia del agua en Yerma.

VERDAD

Nina, para mantener viva a su señora, la entretiene con mentiras, mentiras que la hacen soñar (y que se convierten en quimeras del porvenir). Nina mantiene a su señora en ese entretiempo, entreteniéndola con sus mentiras, que le nacen con facilidad. Mezclas de la fantasía y de la realidad. Porque sus mentiras no son inventadas, sino nacidas. Mentiras que entrañan verdades. Mentiras que ofrecen una parte de la verdad. (O una “verdad no-toda”, como dirá Lacan) Mentiras, cuentos, patrañas…

Nina era la verdad en la vida sin realidad de su señora. La terrible realidad de la vida, que apenas permite vivir. Una extraña realidad porque la vida, la suya y la de su señora, era algo insoportable. (Todo esto me hace pensar en el concepto de LO REAL de Lacan)

Nina, el día que tuvo que hablar a fondo con su señora, le habló de la realidad de la vida y le reveló algunas verdades, pero no le reveló SU VERDAD. (No fue capaz de decirse a sí misma su propia Verdad). La verdad de su ser. Su Verdad hubiera sido “Soporto todo eso, y aún soportaría más con tal de seguir sirviendo a mi señora”. Esa era SU VERDAD.

Una verdad que le daba la vida pero no le daba para vivir.

Voy a transcribiros una conversación entre las dos protagonistas en la que revelan su verdad, cada una la suya. Dña Paca dice: “¿ Y soportas, además de la miseria, la vergüenza, tanta humillación, deber a todo el mundo, no pagar a nadie, vivir de mil enredos, trampas y embustes, no encontrar quien te fíe valor de 2 reales, vernos perseguidos de tenderos y vendedores?” “¿Es que tú no tienes vergüenza, quiero decir, decoro; quiero decir dignidad?”

Y Nina contesta: “¡Vaya si lo soporto! … ¡Estaría bueno morir de hambre estando las tiendas llenas de sustancia… Sé que dios me ha puesto en el mundo para que viva y no para que me deje morir de hambre. Los gorriones, un suponer, ¿tienen vergüenza? Lo que tienen es pío. Dios ha creado la tierra y el mar, pero también las tiendas de ultramarinos y el Banco de España… ¡Bendito sea el señor, que nos ha dado el hambre santísima!”.

La realidad consumida como el pan de cada día. Esto es la vida para Nina. Lo que ella opone, tenazmente, a la muerte.

Y os leo otras líneas: “Una noche, Doña Paca se incomodó con Nina porque no la entretenía con sus festivas conversaciones, como era habitual”. Y Galdós narra que “la heroica anciana sacó fuerzas de flaqueza, y con su espíritu muy turbado, y su mente llena de presagios sombríos, empezó a despotricar como una taravilla para que se embelesara su señora con unas cuantas chanzonetas y mil tonterías imaginadas y, así pudiera coger el sueño”. (¡Qué rico es el vocabulario de Galdós!).

La señora Paca vivía en una perpetua infancia, como una niña embalsamada, prendida en nostalgias de lo que nunca tuvo. Y Nina la sostenía “casi traspasándole su alma”. Era como una  madre que la nutría con sus palabras. Y tanto Zambrano, como Nina, como la Antígona que nos presenta María, es indudable que aman las palabras. Las utilizan para relacionarse con su entorno. María, además, escribe sin parar como todos habéis podido observar. En general, considero que las mujeres damos una gran importancia a las palabras. Las palabras que, como todos nosotros sabemos, son el sustento del psicoanálisis.

PALABRA Y FEMINISMO

Los psicoanalistas pensamos que el sujeto necesita de las narraciones, necesita contarse a sí mismo, expresar con palabras su propia historia, sus temores, sus proyectos, sus ilusiones. El relato es el modo de soportar las penas y de expresar el amor. Y esto es lo que hace Nina.

Asocio a Nina con Sherezade que pasó Mil y una noches contando historias al rey para evitar que la matara. Su maestría en la narración salvó la vida de otras muchas mujeres anónimas a quienes evitó pasar por la mortal alcoba del monarca. Convirtió el arte de narrar en una forma de vivir.

Desde la antigüedad las mujeres hemos estado vinculadas a la tradición oral de la cultura. Por medio de narraciones, canciones y cuentos hemos perpetuado las tradiciones y la sabiduría popular. Las mujeres necesitamos contarnos para seguir viviendo. Y eso mismo hace Nina, cada día, con Dña Paca. Necesitamos contar nuestra vida en la fuente, en el río o lavaderos para hacer las tareas domésticas, o en los mercados y plazas para vender y comprar. Y también necesitamos alguien que la escuche y que le dé consistencia.

IDEARIO

Zambrano rescata, de entre las páginas de la novela lo que llamará el “ideario de Nina”. Destaca que la fantasía de Nina es totalmente desbordante pero que ella es una mujer analfabeta y su vocabulario muy limitado. Escribe:“Nina no tiene el gusto de la teoría y cuando habla lo hace por lo mismo que cuando extiende la mano para pedir limosna: por necesidad”  Mordejai, otro personaje que os anuncié en Misericordia,  le habla en castellano antiguo y Nina le dice: “como no sea castellano neto, no atino”. El moro Mordejai, aporta palabras y poesía a la novela de Galdós. Y es algo cabal, porque eso es lo que ha aportado la cultura oriental a la Península ibérica. La piel de toro como hervidero de culturas que han ido mezclando su savia, y su sabiduría, y como encrucijada entre Oriente y Occidente.

Nina es un personaje absurdo que vive en un mundo revuelto, contradictorio, inmerso en el llamado “realismo español”, que no es un estilo, sino una forma de conocimiento. El que ha nutrido nuestra cultura y saber populares. La cultura del pueblo analfabeto y las mejores obras artísticas que nos presentan una realidad esquiva, que apenas tolera palabras, pero que expresan la verdad de la vida.

La tradición que nos inventa y que nos da una cohesión como pueblo. Y que me hace pensar que cumple una función parecida a la función que Lacan otorga al lenguaje. Nacemos inmersos en una tradición y en una lengua que nos condicionará el resto de nuestra existencia.

Zambrano reivindica a Galdós y considera que Misericordia es la razón de la sinrazón de España, el orden en el disparate y la locura. Misterio de la cohesión de un pueblo en su anarquía.

La vida entera de un pueblo, de una cultura que muere y renace constantemente. Cualquier novela de Galdós muestra esa España en su trágica dualidad.

Es ese quién sabe, tan español, entre escéptico y esperanzado.

A los que no habéis leído Misericordia os invito a leerlo porque pasaréis un buen rato y, además, tendréis una oportunidad de acercaros al más puro realismo español.

Porque Nina es un personaje único en el mundo de Galdós y de la novela española. La vida de una mujer  anónima, del mundo de lo doméstico,  como cimiento de lo histórico. Nina, que vive rodeada de una muchedumbre de personajes, como Yerma, como Antígona. Solas sin soledad. Pero, cada una sola con su soledad. La soledad particular de cada uno de los héroes de Sófocles. Y de todos los seres humanos.

ZAMBRANO

Antígona y Nina son 2 personajes ficticios y María es una mujer real. Yo las he reunido porque pienso que las 3 tienen muchas cosas en común. Las 3 recorren el mundo con la intención de mejorarlo. Las 3 intentan que el mundo sea algo mejor, más vivible, que cuando a ellas les tocó vivirlo.

Nuestro cometa sigue viajando y ahora nos  lleva al mundo de María Zambrano, del que quiero destacar algunos hitos de su  vida y de su obra.

BIOGRAFÍA

Como dije, Zambrano dará por concluida “La tumba de Antígona” en 1967, cuando ya lleva  casi 30 años en el exilio. El exilio que ella reconocerá como su única patria. Durante esa época, iba de ciudad en ciudad con esa soledad interna que le acompañaba: París, Nueva York, México, Puerto Rico, La Habana, Roma y, desde 1964, La Pièce, en Francia, donde lo dará por acabada en forma de obra teatral. En este texto, Zambrano reflexiona sobre el exilio, sobre la errancia por el planeta tierra y plantea  que el hombre siempre está errante sobre la Tierra.

Y nos dice una frase muy bonita: “Gracias al destierro conocimos la tierra”.

María volvió a España en 1984, 9 años después de haber acabado la dictadura, diciendo que “nunca se había ido de España”.

Y recibió los 2 máximos galardones literarios concedidos en su tierra natal. El Premio Princesa de Asturias (en Comunicación y Humanidades) en 1982. Y, en 1988, fue la primera mujer en recibir el premio Cervantes, 3 años antes de morir.

María Zambrano

En agosto de 1946 María estaba en La Habana y recibió un telegrama urgente de su hermana Araceli comunicando que la madre de ambas está grave en París. María no consigue llegar hasta el 6 de septiembre, 2 días después de que su madre haya sido enterrada. Por lo tanto,  muy lamentablemente, no pudo despedirse de ella, ni compartir sus últimos momentos.

Su madre era Araceli Alarcón, y ejerció como maestra, algo poco frecuente en su época. Con ella  y con su hermana Araceli atravesó la frontera de España hacia el exilio. Las dos hermanas se cuidaron mutuamente tras la muerte de la madre y ya no volvieron a separarse.

En enero de 1939, en pleno invierno, cruzaron El Pirineo miles de españoles. Ancianos, mujeres y niños tratando de avanzar hacia el territorio galo prácticamente con lo puesto. Con toda su vida apretujada en pequeñas maletas: “Una muchedumbre enloquecida”, como la describió Manuel Azaña, el presidente de la República. Una caravana de desesperación en medio del frío y la oscuridad. Se calcula que en los tres primeros meses de 1939, casi medio millón de personas se vieron obligadas  a abandonar su país como consecuencia de la guerra.

Además de la familia Zambrano, también iba una parte de la familia Machado. Antonio, de 63 años, iba acompañado de su madre, de 88 años, y otros familiares (de su hermano José y su mujer, Matea Monedero). Antonio Machado, el poeta, el maestro, el pensador, también fue el viejo amigo de Blas Zambrano, el padre de María, desde que vivieron juntos en la ciudad castellana de Segovia, donde ambos fueron profesores.

Zambrano, a través del personaje de Antígona, reflexiona sobre el tiempo que le ha tocado vivir, en el que se impone la violencia y no hay espacio para lo que ella llama su “Sueño creador”, del que estoy segura que otros iréis hablando en sucesivas intervenciones.

En la tumba de Antígona, Zambrano hace inventario de una generación de hombres y mujeres que sufrieron la derrota del pensamiento durante la primera mitad del siglo XX. Presenta la tumba como un lugar apropiado para la germinación. Y dice: “La verdad que germina en las tumbas sólo se hace visible en algunos momentos de la historia.

EMIGRACIÓN Y CIUDAD

En 1948 María escribirá: “No podemos dejar de oírla, porque la tumba de Antígona es nuestra propia conciencia oscurecida. Antígona está enterrada viva en nosotros, en cada uno de nosotros”. (Y yo añado: y en Comala y en los arrabales de Madrid donde se internaba Nina).

María hace decir a Antígona que todas las ciudades han sido fundadas por alguien que viene de lejos. Edipo y Antígona recorrieron las ciudades como mendigos (como Nina). Y Antígona dice textualmente: “éramos  como náufragos que la tempestad arroja a la playa como un desecho, que sin saberlo, es a la vez un tesoro. Los habitantes creían que nosotros íbamos pidiendo, y a veces nos colmaban de dones, pero lo que nosotros pedíamos es que nos dejaran dar. Porque llevábamos algo que allí no tenían, algo que sólo tiene el que ha sido arrancado de raíz, el errante, el que se encuentra un día sin nada bajo el cielo y sin tierra. Y María sabía muy bien de qué hablaba. Lo terrible es que hoy sigue siendo así. Ese discurso es plenamente actual y continúa vigente.

Zambrano dice que la casa propia es el lugar donde se puede olvidar porque no se pierde lo que se ha depositado en un rincón. En ella olvidamos, nos olvidamos. En nuestra casa, en nuestro jardín, no necesitamos tenerlo todo presente todo el día. Ella siempre recordó el olor del limonero de su patio de Málaga. Y cuenta que ese fue el primer viaje de su vida, cuando su padre la alzó en brazos para que ella tocara con su mano las hojas del limonero.

El olvido que también tiene que ver con Edipo porque María, en su texto, le hace decir: “yo estaba hecho de olvido”. “No sé quién soy yo. Un hombre o un dios acaso. No sé…no me acuerdo. Mi padre me abandonó y cambió mi condena a muerte en condena a vivir abandonado”. Y Antígona también se queja de su padre: “Es el padre quien ha de decirnos quiénes somos” (Parece que hubiera leído a Freud y Lacan). Antígona añade: “Pero mi padre estaba siempre yéndose de su sitio, del lugar del Padre”.

Al igual que Antígona que también vivió en el exilio,  Zambrano habla del destierro como “una cuesta, que siempre sube y, por ancho que sea el espacio a la vista, es siempre estrecha. Hay que tener el corazón en lo alto para que no se hunda y para no ir, uno mismo, haciéndose pedazos”. “Los Claros que se abren en el bosque de la historia”.

FINAL

Antígona, Nina y Zambrano viven en mundos “tensionados”, por utilizar un término actual, pero nos transmiten una vida vivida con dignidad y compromiso. Las 3, a pesar de las muchas dificultades, son mujeres libres para elegir su travesía por la vida y para darle un sentido propio al sinsentido de la vida. Las 3 son referentes del amor a la vida. Pero de una vida vivida con una ÉTICA. Las 3 nos hablan del reverso de la vida, de la parte menos glamurosa pero nos iluminan con su propia luz.

Antígona, Nina y Zambrano son como cometas irradiando luz en los tiempos más oscuros de la historia.

Nuestra filósofa  propone un discurso de plena  vigencia, a pesar de los  años transcurridos. Plantea la urgencia de un compromiso ético por la paz como una tarea colectiva. No creado sobre el olvido sino sobre la justicia. Mujeres que transforman el mundo porque siguen la ley del corazón. Eligen la vida y la dignidad en sus entornos y trabajan para ello sin otro interés que crear un mundo pacífico, respetuoso, habitable y amigable. Un mundo donde la única ley sea el amor como recogen los versos del Cantar de los Cantares  que Zambrano pidió que le grabaran en su propia tumba: “levántate, amiga mía, y ven”.

Me gustaría acabar con un breve poema, titulado CUMPLEAÑOS, de nuestro querido Ángel González que, aunque no lo parezca, es un poema vitalista, un canto de amor a la vida para no dejarla escapar sin más:

“Para vivir un año, es necesario morirse, muchas veces, mucho”.

BIBLIOGRAFÍA

Pérez Galdós, Benito, Misericordia, Madrid, 1985, Alianza editorial.

Sófocles, Tragedias completas. Antígona, Madrid, 1985, Ediciones Cátedra.

Valcárcel, Amelia, Ahora feminismo. Cuestiones candentes y frentes abiertos, Madrid, 2019, Ediciones Cátedra.

El pensamiento de María Zambrano, Papeles de Almagro (Antología de textos de F. Savater, A. Amorós, E. Cioran, J. L. L. Aranguren y otros), Madrid, 1983, Grupo Cultural Zero.

Zambrano, María, La España de Galdós, Madrid, 1960, Taurus Ediciones.

Zambrano, María, La tumba de Antígona, Alianza Editorial, Madrid, 2019.

Zambrano, María, Claros del bosque, Madrid, 2002, Seix Barral.

María Zambrano

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