EL SIGNIFICADO DE LA ANGUSTIA

5 minutos de lectura

 Si la clínica se olvida de la angustia, de su presencia real y de su significado de señal -la extensión imparable del diagnóstico de depresión puede contribuir decisivamente a su volatilización-, corre el riesgo de degradarse en una nosología vacía, en un mero ejercicio rutinario y aburrido de clasificación. El profesional psi, dedicado a ese trabajo interminable de nosologización-clasificatoria, acaba siendo él mismo nosologizado y clasificado. Más que quemado en su persona -síndrome del profesional quemado-, su práctica clínica se verá invadida por una forma insidiosa y peculiar de anorexia mental.

Describir y localizar exhaustivamente la fenomenología de la ansiedad -afecto del yo- no es equivalente al acto de dejarse atravesar y dividir por la angustia -afecto del sujeto-. La angustia es el guardián, la señal, la consigna y el salvoconducto de un vacío en el que habita el sujeto del deseo.

 No hay clínica que no sea en transferencia. Lo que diferencia la clínica psicoanalítica de la clínica psiquiátrica no es la presencia o la ausencia de la transferencia (que siempre va a estar ahí), sino su reconocimiento o desconocimiento. Esta última posición, no querer saber nada de ella, el descreimiento (unglauben), no evita sufrir sus efectos y contragolpes. Ya que la transferencia está en una relación íntima con el Otro -más allá de los personajes que se mueven como fantasmas en el escenario- es mejor contar con ella, considerarla y respetarla para así poder servirse de ella.

 Cuando a un paciente se le pregunta por el origen de su angustia, suele responder lo siguiente: “Estoy angustiado, pero no sé por qué”. Esta respuesta, en contra de las apariencias, no implica que la angustia sea algo inmotivado, sin objeto y sin causa. Si se conceptualiza la angustia como algo carente de significado, de función e inservible, la actitud consecuente será tratar de hacerla desaparecer; por ejemplo, eliminando sus manifestaciones con medicación tranquilizante. La experiencia clínica demuestra que el síntoma tratado, pero no analizado, suele reaparecer al cabo del tiempo, a veces de forma más intensa y planteando mayores dificultades para su abordaje.

 Una de las manifestaciones constantes que acompañan a la angustia es la sensación de opresión a nivel del pecho o del abdomen. Este componente subjetivo que se asocia a la angustia nos muestra dos características capitales: la implicación del cuerpo y la existencia de algo que concierne esencialmente al sujeto que le oprime y le embaraza, constituyendo el objeto fundamental de la angustia. Ese cuerpo oprimido, afectado por la angustia, está habitado por una interrogación radical por su ser a la que llamamos deseo.

 Una mujer de 55 años consulta por un cuadro de claustrofobia. Dice que a los 38 años, estando embarazada de su segundo hijo, padeció una primera crisis de angustia que desapareció de forma espontánea. La angustia vuelve a aparecer a los 50 años, bajo la forma de un síntoma fóbico. ¿Qué significa la angustia en su relación con el embarazo? La existencia del hijo supone la presencia angustiante en su cuerpo de un real, en un primer momento extraño, que la interroga en su deseo de madre (función de maternidad) y de mujer (función de feminidad). ¿A qué llama la angustia? A nombrar al hijo como lo que está por advenir a lo simbólico, pero todavía no ha nacido. Su hijo y ella, en su condición de madre, no se constituirán como sujetos de la historia hasta que aquel no sea nombrado como hijo según la ley del deseo. Por eso, la angustia tiene una función radical de señal ante el deseo, al tiempo que de llamado a la operación paterna (de palabra). En un tratamiento psicoanalítico se trata de establecer las condiciones para que el sujeto, a través de la palabra, se encuentre con su verdad.

Deja un comentario

Your email address will not be published.