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NUNCA IMAGINÉ QUE TODO ESTO TENDRÍA UN FIN

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Nunca imaginé que todo esto tendría un fin. Martin Heidegger nos recuerda:

“(…) el ser humano es, en su esencia, ser hablante” …

En Ser y Tiempo (1927) también nos dice:

… “la existencia (Dasein: “estar ahí” o “existir aquí”) debe cumplir con la condición de ser-hacia-la-muerte” …

El título del seminario que este año nos convoca es “La vida, la muerte, el deseo y el tiempo: Borges y la Inmortalidad”. 

Nacho Anasagasti nos decía que el peso está en la primera parte del título, en estos cuatro significantes que nos convocan (la vida, la muerte, el deseo y el tiempo), y la segunda parte del título, Borges y la inmortalidad, nos ayudaría a pensarlo, articularlo. 

Porque como también, en la línea de Heidegger, nos decía Nacho en su texto: …“buscar la inmortalidad es renunciar a vivir, porque la existencia es inseparable de la función de la muerte” … 

La trayectoria del tiempo, con el que vivimos y funcionamos, y que es del orden de lo necesario -horarios, marcación del día, de la noche, de los meses y de los años- es un tiempo que transcurre y nos transcurre a lo largo de la vida. Sin embargo, el tiempo en psicoanálisis es otro, es diferente, el tiempo al que apunta el psicoanálisis es el que está marcado por el tiempo de la constitución subjetiva. Por tanto, el psicoanálisis provoca una ruptura con la concepción convencional del tiempo. El psicoanálisis apunta al sujeto. 

Me pregunto: ¿la inmortalidad con una lógica del tiempo sería posible? ¿O implica directamente una lógica sin tiempo, sin una lógica del acto, del acto que se juega en otro tiempo, ese otro tiempo que es el que introduce Lacan como el tiempo lógico, necesario para la constitución subjetiva? 

Acto que marca en un sujeto el devenir de su historia, el devenir de su propia existencia, marcación que, tras un acontecimiento vivido, lo puede dejar anudado a su deseo, o bien sin poder acceder a él, detenido y retenido allí.

Hugo Cardoso, en su texto Hechizos del tiempo, nos dice … “insistir en lo que no anda, quedarse en el sufrimiento, es una manera de permanecer varado en el tiempo, un tiempo lindante con una eternidad a la que no se renuncia, quedarse en un eterno presente, el tiempo cronológico pasa, pero el tiempo del sujeto no pasa” …

Me pregunto: … para que el tiempo pueda pasar, y se pase a otra cosa, ¿qué debe pasar en un sujeto? ¿Qué ocurrió para quedar detenido en su deseo? ¿Qué operaciones psíquicas no se han dado, qué precio no se ha pagado? ¿Es suficiente con lo que tantas veces escuchamos?: ¡ya pasará con el tiempo! O  ¡el tiempo todo lo cura! ¿Es tan mágico y poderoso el tiempo en sí mismo? ¿Qué hacer para relanzar el deseo, para que ese deseo vuelva a fluir? ¿Qué propone el psicoanálisis allí? Preguntas que quizás no pueda responder, pero las dejo planteadas. 

Freud introduce una temporalidad discontinua, a partir del concepto de Nachträglich (après coup) ó resignificación en castellano, Freud descubre que los procesos psíquicos son atemporales. En primer término, porque no se ordenan de acuerdo con una sucesión temporal, y en segundo lugar porque el tiempo, en sí mismo, no produce ninguna alteración en esos procesos anímicos.

El sujeto no nace con la idea del tiempo, es introducida en la cultura en el orden de la cronología, en la categoría de los espacios-temporales en tanto y en cuanto el sujeto haya accedido al orden simbólico, condición necesaria para que se constituya un sujeto. Esta noción del tiempo comienza muy tempranamente a través de los encuentros y desencuentros con el Otro primordial, esa alternancia entre ausencia y presencia del Otro, entre necesidad y satisfacción, va dando el surgimiento del Deseo, y en ese intervalo también se va construyendo la noción del tiempo, se va inscribiendo en el sujeto, a partir del Otro, el registro del tiempo y el deseo.

Vamos viendo que el tiempo del Otro primordial va marcando y determinando al sujeto (se va constituyendo en el sujeto, por ejemplo, quién es para ese Otro primordial). En ese encuentro y desencuentro con el Otro será donde también se despierten los apetitos pulsionales. Freud, con todo esto, trastoca definitivamente la concepción tradicional del tiempo, esta ruptura atraviesa los fenómenos subjetivos.

Por tanto, Freud dice: … “el inconsciente es atemporal, tiene vitalidad, es susceptible de desarrollo, y el inconsciente es simbólico” … “De allí todos sus procesos, sus pasajes, condensación, desplazamiento, mecanismos y operaciones psíquicas” …

Lacan, a partir de Freud, dice: … “el sujeto se introduce al lenguaje a partir del Otro” … Lacan dirá: … “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” …

El psicoanálisis propone que en un análisis se susciten tiempos de actualización y anacronismos que trastocan la trama del tiempo, dando lugar a los acontecimientos psíquicos propios de cada sujeto. 

Porque estos últimos no se comprenden en un tiempo lineal, estos acontecimientos encuentran precisamente en la transferencia su lugar y sus propios tiempos, para que el sujeto hable, y pueda comenzar a decir algo, de lo que no va bien, para ese sujeto singular.

Por tanto, ante la pregunta ¿qué hace el tiempo?, una respuesta podría ser que se transforma en otra cosa: ¿qué hacen los tiempos de la transferencia en un análisis? Ellos hacen oír y realizan lo que permanecía suspendido en el tiempo, en un pasado que no pasa, cautivo allí, en un presente continuo, actualizando una y otra vez, fijado en ese tiempo que no pasa.

Isidoro Vegh, en su libro: Las letras del análisis nos dice: … “el acto analítico se dirige a ese lugar donde se articulan el deseo del Otro y el objeto a del sujeto” … 

¿Qué lo tiene retenido en ese punto de goce, en esa angustia, en ese padecer?

Continúo con Cardoso y dice: … “es necesario instaurar una determinada lógica, que no es la del sentido común. Esta lógica es la que se pone en juego con el tiempo lógico que plantea Lacan, que no es una lógica del tiempo, sino que es una lógica del acto analítico, acto que desenreda y libera al sujeto (algo de la libertad) de un retazo que lo enraíza de eternidad, podemos decir que se trata de conducir un análisis, y en ese análisis, hacia la barrera del bien, que no es el soberano bien, sino el inherente a la -ética-del-deseo y que el sujeto pueda vivir bien y que ese vivir bien sea además un poco bello” … 

Lacan en el Seminario VII, La ética del psicoanálisis dice: … “¿ha actuado usted en conformidad con el deseo que lo habita?” … 

Titono, la vida eterna sin juventud 

Eos, diosa titánica de la aurora, diosa que, desde la época de los titanes, había sido libre, no había escatimado en amantes, nunca existió para ella ningún tipo de compromiso irrompible.

Entre sus muchos consortes se encontraba Ares, el dios de la guerra, con el que compartió tiempo mientras él se alejaba de su amante, Afrodita, la diosa del amor. Afrodita descubrió a Eos junto a Ares, razón por la que maldijo a Eos.

 “enamorarse continuamente de mortales por el resto de su vida inmortal” … 

Llegó el día en que Eos se enamora de los hermanos Ganímedes y Titono y los rapta.

Poco fue el tiempo que Eos pudo disfrutar de los hermanos como amantes. Un día, sin previo aviso, Zeus robó a Ganímedes. Eos, desolada ante la pérdida de uno de sus dos amantes, suplicó a Zeus que concediera a Titono la inmortalidad, algo que Zeus le concedió sin dudarlo.

Pero la gran preocupación de Eos por la mortalidad de sus amantes le hizo olvidar algo igual de importante y necesario, pedir también a Zeus que le conceda a Titono, la eterna -otros dicen perpetúa- juventud. 

Titono se hacía cada vez mas canoso, más viejo, vejez que empezó a hacer estragos en él, su piel se arrugó, poco a poco fue menguando y más encogido, y su voz se hizo cada vez mas chillona, y cuando Eos se cansó de cuidarle, le encerró en su dormitorio, donde se convirtió en una cigarra. 

Titono fue condenado a vivir eternamente enfrentándose a una vejez que nunca quiso. 

… “Nunca pidió la inmortalidad” (…) “pide, implora con desesperación, su muerte” … 

Este mito me llevó a la pregunta acerca del Deseo, sobre como acceder a él y sus implicaciones.   

Lacan, en el Seminario XI, dice: … “la elección sólo consiste en saber si uno se propone conservar una de las partes, ya que la otra parte desaparece de todas formas”. Esto implica que, en la relación con el Otro, es necesario perder algo para que haya un lazo, un nuevo lazo. 

Lacan dice: … “no hay ganancia sin pérdida” … Me pregunto: ¿pérdida de qué? Lacan dice: … “pérdida de goce” …  cuestión que Eos no contempló. Nada quiso perder, no hubo en ella pérdida de goce, en pos de ganancia de deseo. 

                                       No hay Ganancia sin Pérdida.                   

Eos, en su desesperación, y padeciendo la mortalidad de todos sus amantes, no contempló la importancia de mantener la juventud en Titono que, como todo mortal, es portador de un cuerpo atravesado por el tiempo. 

Tiempo que tras sus pasos va dejando sus huellas, huellas que inscribe el tiempo, sobre lo real del cuerpo. 

Un cuerpo que queda marcado por una ley, con un límite, con un fin, cuerpo mortal, para el que cada día cuenta, la piel envejece, se arruga, representando el encuentro de todo sujeto con el paso del tiempo, con la muerte y la castración.  

Por tanto, Eos convierte a Titono en puro objeto de su goce.  Atrapado en ella, ha caído preso en los caprichos de esa diosa, por tanto, desaparecido como sujeto.

El chillido de Titono (chillido que nos dice que algo de su deseo como sujeto se conservaba en Titono) al ser insoportable, desagradable e irritante para Eos, lo intenta callar, silenciar (le encierra en su dormitorio), lo que también es un imposible.  

Eos, como Otro impenetrable, sin agujeros, implacable, no acepta la castración, la falta estructural de todo sujeto. No logra callar al sujeto que habla allí, en ese chillido. 

Titono queda detenido en su deseo, su existencia como sujeto, podemos decir, dejó de pasar, el tiempo del deseo dejo de transitar.

Titono dice: … “yo no quise la inmortalidad” …; allí en esa afirmación, podemos pensar, hay un despertar, tras la creación de ese chillido, un tiempo subjetivo, podría constituirse, donde logra interrogarse acerca de su deseo. Tiempo de creación de un sujeto, ese “chillido” es la respuesta que da Titono al Otro, a Eos. 

“Deseo detenido, a excepción de ese chillido”, chillido como la pulsión que grita. 

Me pregunto: ¿Qué grita, que clama, en ese chillido? Mi respuesta es que, a través de ese grito/chillido, escuchamos a Titono, a la voz de la estructura, a la voz del sujeto que “clama, su derecho a su muerte”.

La castración implica significar y subjetivar la falta, condición necesaria para que algo del deseo se juegue allí. El paso del tiempo, de la niñez a la adolescencia, a la juventud, a la vejez, son tiempos lógicos, no evolutivos, que todo sujeto tendrá que atravesar, inscribir, llevando a ubicar a su vez los tiempos generacionales.  

Por tanto, Isidoro Vegh en su texto La clínica freudiana nos dice: … “nudo real que liga sexualidad y muerte. Nudo inconsciente que, en sus diferentes versiones encontramos reflejado en múltiples puntos en la obra de Freud y de Lacan. Su sentido es claro. No hay acceso a la sexualidad y al deseo, sin pérdida, sin la castración. Situando en la castración, la subjetivación posible y el limite a lo imposible de lo que es dado al ser hablante determinado desde la articulación inconsciente” … 

William Blake, el gran poeta y pintor inglés, dice que quien no realiza su deseo engendra peste. Titono implora su derecho a la muerte ante la eterna inmortalidad. Eos no pudo disfrutar de Titono: él ha envejecido. 

Borges, en su texto El Inmortal, nos dice …“la locura que sería ser inmortal”… 

Manteniendo los interrogantes que me convocan ¿cuándo deja de pasar el tiempo para el sujeto del deseo?  ¿cuándo ocurre la detención de su deseo? ¿Qué situación o experiencia fortuita lo deja varado en el tiempo?

Traigo una película de 1986 llamada Highlander, de acción y fantasía, dirigida por Russell Mulcahy, escrita por Gregory Widen, que fue muy original en su época. En Hispanoamérica se denominó El último inmortal, y en España Los Inmortales. 

Highlander fue la primera entrega de una saga seguida por otras cuatro, y posteriormente se han producido series con el mismo nombre. Aquí hablaré, como les anticipaba, traigo la primera (1986).

La película cuenta la historia de los inmortales humanos que han existido a lo largo de los tiempos, y solo pueden morir mediante la decapitación.

Uno de ellos, el protagonista de la película es Connor MacLeod, del clan escocés MacLeod, mientras que su enemigo es conocido como El Kurgan.  

El destino de los inmortales es combatir entre ellos en duelos para alcanzar el ansiado Premio, premio que obtendrá el vencedor del duelo final, premio que nadie lo sabe hasta ese final.

Los inmortales están sujetos a varias reglas sagradas durante sus duelos y a lo largo de sus vidas:

  • No pueden luchar en terreno sagrado (no importa la naturaleza de este mientras esté consagrado).
  • Los duelos deben ser uno a uno, sin interferencias externas de otros inmortales. El vencedor asume los poderes del derrotado.
  • No pueden engendrar hijos (al recibir la inmortalidad se vuelven estériles).

Podemos pensar que algo de la castración circula en estos inmortales. No todo les es posible.

Los duelos finales se desarrollarían en una lejana tierra entre los últimos inmortales, que es precisamente el momento que narra la película, siendo el marco la ciudad de Nueva York.

La película comienza con un combate de lucha libre en el Madison Square Garden en el que se encuentra el protagonista de la película, llamado Russel Nash, de profesión anticuario (interpretado por Christopher Lamber). 

El protagonista abandona su asiento para bajar al aparcamiento del estadio, y se encuentra con un hombre llamado Iman Fasil, con quien combate a espada hasta desarmarlo y decapitarlo. 

Tras ello, el protagonista escapa del aparcamiento, escondiendo su katana en una lámpara colgante antes de ser apresado por la policía. 

Es durante su huida y su detención cuando se muestran varias analepsis, que narran la historia pasada del protagonista llamado Russell Nash y quién es en realidad.

Su verdadero nombre es Connor MacLeod, uno de los inmortales.

De acuerdo con la película, Connor MacLeod nació en el año 1518 en las Highlands escocesas, en la aldea de Glenfinnan. 

En 1536, a la edad de 18 años, Connor partió con su clan a combatir frente a su rival, el clan Frazer, en lo que sería su primera batalla.

Entre las filas del clan Frazer se encontraba un gigantesco inmortal de las estepas rusas llamado El Kurgan nacido en el I milenio a. C., que al parecer tenía conocimiento previo de la condición de Connor como pre-inmortal, algo que el propio Connor desconocía

El Kurgan consiguió herir mortalmente a Connor atravesándolo con su espada. Connor fue trasladado por sus familiares a su aldea, donde le fue administrada la extremaunción debido a la gravedad de la herida, rodeado de sus acongojados parientes, aunque tras una noche de agonía consiguió restablecerse asombrosamente. 

Por estos hechos, su clan le acusó entonces de brujería, maltratándolo y disponiéndose a quemarlo en la hoguera, aunque un primo, intercedió por él, convenciendo al clan para desterrarlo. 

Connor consiguió así salvarse de la hoguera, aunque rompiendo todo vínculo con su clan y su tierra de origen -marco lo que sería la primera importante pérdida para Connor, que debe dejar a su familia y a su tierra de origen-. 

Connor se estableció finalmente en Glen Coe, donde contrajo matrimonio con Heather MacDonald, y donde aprendió el trabajo de herrero de su suegro. 

En 1541 Connor fue localizado por un inmortal mucho mayor, que se presentó como Juan Sánchez Villalobos Ramírez, interpretado por Sean Connery. Ramírez asumió de inmediato la tarea de adiestrar a Connor en su condición de inmortal, explicándole el origen de los inmortales, la búsqueda del Premio y sus reglas:

Le dice: …Connor, ¿Por qué sale el sol por la mañana? ¿Por qué brillan las estrellas en la gran cortina de la noche? Quién sabe… Lo único que sé es que hemos nacido diferentes a los demás. Todos te temerán, querrán librarse de ti… como la gente de tu pueblo. Contigo se ha completado el número de los elegidos. Debes estar preparado para cuando llegue el duelo final (…) A partir de ahora, empezaremos a sentir una atracción irresistible de acabar unos con otros hasta que solo quede uno. Es nuestro destino. Eres un inmortal…

Ramírez (su verdadero nombre era Tak-Ne oriundo de Egipto, donde había nacido en el año 896 a.c.). aconsejó a Connor dejar a Heather, puesto que suponía un gran dolor enfrentarse a la muerte de la persona amada. Tal como contó al escocés:

MacLeod, yo nací hace 2437 años. Durante este tiempo, he tenido tres mujeres. La última fue Shakiko, una princesa japonesa. (…) Cuando Shakiko murió, quedé destrozado. Querría ahorrarte ese dolor. Por favor, deja a Heather.

Qué le propone entonces Ramírez, qué vida sería esa donde el amor quedaría fuera, ya ha quedado fuera su familia y su tierra de origen… qué más debía sacrificar, perder, Connor, por la inmortalidad, inmortalidad que tampoco ha elegido, cuál era ese premio, el ser el elegido, tan valioso era, para que deba olvidarse de la verdad de su origen y de quién era.

Isidoro Vegh en su libro Las letras de un análisis nos dice: … “un ser humano no nace el día que asoma su integridad biológica, sino cuando una marca lo instituye como miembro de la comunidad, recién entonces inicia su historia”.

Me pregunto si aquí Connor podía elegir, si había lugar para la pregunta por su deseo

Connor le dice a Ramírez: … “ quiero formar una familia” ; Ramírez le dice: “no podéis formar una familia”, “no podéis tener hijos”.

Aquí tampoco Connor ha pedido la inmortalidad, tampoco hay elección posible, como tampoco lo ha pedido, ni lo ha tenido Titono, es un don, le dice Ramírez, y le promete premio… 

Le dice Ramírez a Connor: “no podéis morir, Macleod, haceros a la idea”. 

Ramírez aquí se presenta como Otro inaccesible, no da lugar al sujeto del deseo.

Le dice, en un tono de voz categórico e imperativo: “No podéis morir … haceros a la idea”. 

Connor, sin embargo, elige. Rechazó abandonar a su esposa, pese a lo cual continuó su entrenamiento con Ramírez a lo largo de un año. 

En 1542, Kurgan consiguió decapitar a Ramírez. 

Connor permaneció junto a su esposa Heather hasta que al fin murió en sus brazos en 1590, vencida por la edad, diría yo, atravesada por el tiempo, y sin haber podido darle hijos como anhelaba, porque los inmortales (como bien sabemos) son estériles

Heather le dijo a Connor: … “Connor, mi bello marido, la verdad nunca he entendido por qué sigues aquí. Connor le dice: … “porque te quiero como el primer día” …,  Heather responde … “siempre quise darte hijos, no me mires, Connor, déjame morir en paz, estoy vieja y fea y mírate tú, siempre tan joven, tan bello” … 

Me ha llamado la atención el nombre de la esposa, Heather, homofonía con tiempo (wheather). La traducción del nombre, Heather, podría ser también briar, que significa brezo, que es una especie de arbusto perenne de pequeño tamaño y con diversas formas, que florece en otoño. El origen de nombre es calluna, que significa barrer y se adapta muy bien a terrenos estériles y ácidos. 

Me pareció interesante el origen del nombre, puesto que Connor, por ser inmortal, es estéril, el nombre de la esposa Heather significa que se adapta a terrenos estériles. 

Marco la segunda gran pérdida de Connor.

Tras enterrar a Heather e incendiar su hogar, clavando frente a sus ruinas el claymore, la gran espada de su clan, Connor tomó la decisión de viajar por el mundo, llevando consigo la katana de Ramírez. Nunca más se ha vuelto a enamorar.

¿Qué le ocurre a Connor? Detención en ese tiempo, en un tiempo donde transitaba como sujeto deseante, a diferencia del tiempo de la inmortalidad, que continua irremediablemente. Nada vuelve a contar para Connor. Queda detenido allí. Un duelo no tramitado, no resuelto, no pierde a Heather, por tanto, toda su vida como sujeto se eterniza. 

Finalmente, ¿obedeció a Ramírez? Nunca más volvió a enamorarse. Nunca ha vuelto a la vida, si la vida es poner en juego el deseo y por tanto la pérdida y los goces. Connor no pierde a Heather, queda cautivo en ella. 

Todo duelo implica la pregunta “¿qué ha perdido el sujeto allí?”, ¿qué se ha llevado Heather tras su muerte?  Su familia, su pertenencia a un clan, quién era él para ella. Por quién sería amado como ha sido amado por ella. Desterrado de su familia de origen, pierde a su mujer, segunda familia que construye, nada cobra significación para Connor tras estas pérdidas, podemos decir que continúa muerto en vida. Muerte del sujeto del deseo. 

En los tiempos del duelo, Lacan en el Seminario VI: El deseo y la interpretación, afirma: … “llevamos luto y sentimos los efectos de la devaluación del duelo en la medida que el objeto por el que llevamos luto era el soporte de nuestra castración” … 

Estamos en duelo por alguien de quien podemos decirnos: yo era su falta… aún cuando no sabíamos que cumplíamos esa función, de estar en lugar de su falta.

Lacan dice:  … “El objeto a es ese objeto que yo era para el Otro. El Otro desaparece, el a retorna sobre el sujeto, y éste queda identificado al objeto que ya no lo puede guardar en el Otro” ….

El término duelo tiene dos significaciones: Dolus, del latín tardío que significa dolor, pena o aflicción. Duellum: variante fonética arcaica de bellum, que significa batalla, desafío, combate entre dos. 

Tomo Desafío, como un desafío a la estructura subjetiva para recomponer su universo simbólico, luego de la conmoción que provoca a todo sujeto una pérdida y que lo deja en un suspenso temporal. 

Siguiendo con la película, aparece una mujer, la forense (Brenda) y parece que esta mujer no le es indiferente a Connor, lo conmueve. Me pregunto si aquí algo empieza a moverse en él, a cobrar vida. 

Otras analepsis muestran varios eventos históricos en los que se vio envuelto Connor.  

La película incide en que todas las experiencias vividas a lo largo del tiempo hicieron de Connor un hombre solitario, de carácter algo amargo y cínico. Duelo no tramitado: … “se eternizó el tiempo para Connor, sigue con Heather (estéril)”.  

Como bien sabemos:  … “quien no avanza en su deseo anda por el mundo como un alma en pena” …

Volviendo a la época actual en la que se desarrolla la película, tras el asesinato de Fasil, la Policía de Nueva York sospecha de él, debido a su presencia en el estadio con el que comienza la película, y la joven forense de la Policía, Brenda pronto comienza a entrever que algo extraño hay en la identidad de Russell Nash. 

En la película aparece de nuevo el Kurgan, enemigo de MacLeod. Mantienen una pelea y en plena pelea, Kurgan, en un grito, le dice a Connor: … “más vale arder, que consumirte lentamente” … 

Brenda, la forense, descubre la verdad sobre el escocés. 

Brenda se encuentra con Connor en su anticuario y le dice: … “¿qué es todo esto, un museo? Todo esto debe valer una fortuna” … Pensaba, museo como estático, muerte, sin vida. 

Esta escena es muy interesante, porque Connor puede, después de Heather, relatar su historia, su historia como cualquier sujeto. 

Connor le dice a Brenda: … “vivo desde hace 4 siglos y medio, no puedo morir” …; Brenda le dice que sí, que todos tenemos problemas; él continúa y le sigue relatando: … “mi nombre es Connor MacLeod, del clan de los MacLeod, nací en 1818 en Glenfinnan, a orillas del lago Shiel, y soy Inmortal” … 

Connor pide a Brenda que le escuche, le dice que su amor no funcionará, que no puede involucrarse. Parece que aquí habla Ramírez, cuando le dijo: … “cuando murió Shakiko quede destrozado”. Él también quedó destrozado al morir Heather. 

Brenda le dice: … “¿sabes lo que me resulta extraño?” … “La mayoría de la gente teme la muerte, tu problema es completamente distinto “… “Tú le tienes miedo a la vida” ….

Ante la evidencia del irrefrenable amor que se profesan Brenda y MacLeod, el Kurgan aprovecha para secuestrar a Brenda, la forense, y retar al escocés en el duelo final. 

Finalmente, MacLeod y Kurgan se enfrentan a la gran pelea, y Kurgan en plena pelea, pregunta a gritos: … “en qué consiste el premio, la tan deseada recompensa” …. 

Macleod vence al Kurgan y obtiene el Premio: el Premio es la deseada mortalidad. 

La película finaliza en Escocia, mostrándonos a la nueva pareja en el lugar donde todo comenzó para MacLeod: Connor le dice a Brenda, “soy como tú, puedo amar y tener hijos, vivir y envejecer” … Connor vuelve a su tierra, a su origen, a su linaje familiar intacto en él, se encuentra con su deseo, podrá morir como todos.

Tal y como plantea Borges, “la locura que sería ser inmortal”, Borges, también dice que la inmortalidad “es un horror”. 

Para Lacan, la noción del tiempo está atravesada por lo que él llamo: … “el tiempo del futuro anterior, habrá sido” … “sin el habrá sido ninguno de los fenómenos subjetivos puede ser correctamente interpretados” … Esto quiere decir que el relato que hace el paciente ahora es una versión del pasado, el pasado no lo sabemos, esta pérdida, “cómo subjetivó ese acontecimiento traumático, como lo significó en su momento, entonces es habrá sido, y es la manera en que todo analista debe escuchar” … 

Brenda no es su analista, pero escuchó a Connor, escuchó su historia, su origen, lo que le ha ocurrido. Connor relata su historia como él, inscribió esos acontecimientos traumáticos. Entonces, para interpretar correctamente a Connor, como dice Lacan, la escucha será desde el tiempo del futuro anterior, habrá sido, como él lo cuenta. 

A continuación, introduzco un recorte de mi clínica. La paciente dice: … “cuando yo cumplí 40 años, me asusté mucho, y me sorprendí al ver que pasaban los días y yo seguía igual, no me pasó nada, no sé que me pensaba que me iba a pasar (actualmente la paciente tiene 45 años) y esta mañana estuve escuchando a una actriz muy famosa, y habló de la vejez, de su vejez, y me sorprendió mucho porque dijo que le encantaba cumplir años, dijo que le gustaría tener su físico de los veinte años, y la sabiduría de ahora, yo creo que es muy difícil desdoblar las dos facetas, creo que son procesos que van a la par, sufres cambios en tu cuerpo, y las experiencias que vives te van haciendo, ¿no?”… Naciendo… le digo yo, otra vez, en otra y con otra vuelta …

Agrega: … “mi amiga A. es la primera que me habló de la muerte, me dijo que pensaba mucho en la muerte, y yo le conté esto a J., mi pareja de entonces, y vi que se puso muy mal, y jamás volví a tocar el tema… pero yo me creía que viviría eternamente, y me pasé la vida posponiendo todo, no me imaginé que todo esto tendría un fin, para mí nunca era el momento, lo dejaba todo para mañana, ahora es otra cosa, ahora salgo ” … 

Algo ya pasó, para la paciente. Marco lo relevante de pasar de: … “yo me creía que viviría eternamente y me pasé la vida posponiendo todo” …  Sin preguntas, sin nada que la mueva.

Al ya pasó, ya pasó a otro tiempo. Pasó al tiempo de la pregunta por su deseo, por su subjetivad. Podemos decir que está en otro tiempo. Se inscribió en ella el paso del tiempo e introdujo la castración, porque no tiene toda la vida por delante. 

Borges en su texto El Inmortal, dice. … “ser inmortal es baladí, significa de poca importancia, menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse Inmortal” … 

En ese mismo texto hace referencia a que todos los inmortales eran capaces de una perfecta quietud, dice: … “recuerdo alguno a quién jamás he visto de pie:  un pájaro anidaba en su pecho” … 

Quietud como la antítesis de movimiento. El tiempo no es movimiento, pero no es sin movimiento.  Aristóteles dice: … “el tiempo siempre se da en movimiento, el movimiento puede ser rápido o lento, hay tiempo no solo para lo que se mueve, sino también para lo que reposa” … El tiempo Aristotélico se cuantifica, el tiempo es cuantificable, hay un antes y un después. 

Platón habla del tiempo como “imagen móvil de la eternidad”. Aquí, en esa quietud, parecería que se trata de una eterna quietud. Quietud que se eterniza en el tiempo y con el tiempo. 

Continúo con el mismo texto de Borges, dice: … “entre los corolarios de la doctrina de que no hay cosa que no esté compensada por otra, hay uno de muy poca importancia teórica, pero que nos indujo, a fines o a principio del siglo X, a dispersarnos por la faz de la tierra” … “cabe en estas palabras: existe un río cuyas aguas dan la inmortalidad, en alguna región habrá otro río cuyas aguas la borren” …

Me planteo la pregunta de si hay un río que da la inmortalidad, quizás el deseo implícito es que haya un río que, de la mortalidad, aquí Borges lo trae como la doctrina de una compensación.  

Relata que también conversó con unos filósofos que sintieron que dilatar la vida de los hombres era dilatar su agonía. Ya sabemos por Titono lo que implica lo perdurable.

“Habla, parece ser, Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de unas legiones de Roma. Quien había militado sin gloria en recientes guerras egipcias siendo tribuno de una legión que estuvo acuartelada en Berenice, frente al Mar Rojo: donde la fiebre y la magia consumieron a muchos hombres, los mauritanos fueron vencidos, Alejandría implora en vano al César su misericordia, toda esa privación dice que le ha dolido” … “fue tal vez la causa de que yo me arrojara a descubrir, por temerosos y difusos desiertos, la secreta Ciudad de los Inmortales” … 

Estando en la ciudad de los inmortales es interesante que Rufo habla de su inquietud, nada hace referencia a la quietud propia de los inmortales. Habla de un silencio hostil casi perfecto, sin ruido se perdían entre las grietas hilos de agua herrumbrada. Rufo dice: … “sé que alguna vez confundí, en la misma nostalgia, la atroz aldea de los bárbaros y mi ciudad natal, entre los racimos.” Me hizo pensar en la fantasmática de todo sujeto, quizás en Rufo algo de su fantasma se puso en juego allí. 

Entre la nostalgia y el querer salir de esos laberintos, en Rufo aparece la inquietud, lo inquietante (se le avecina algo), se siente amenazado, algo lo deja implicado, afectado, en lo más íntimo de sí. Podemos situar allí la angustia. Freud dice, que la angustia es, esencialmente angustia ante algo. Rufo tras esa angustia busca silencio, quietud, pero encuentra más inquietud, y busca salir como dice Borges, de esos laberintos, de esa pesadilla.  

La humildad y miseria del troglodita; ese troglodita que lo siguió y esperó a la salida del laberinto; le trajeron a la memoria la imagen de Argos, el viejo perro moribundo de la Odisea. … “El Troglodita me precedió, esa noche concebí el propósito de enseñarle a reconocer, y acaso a repetir, algunas palabras, lo hacen los perros, lo hacen los caballos” … “Y así le puse el nombre de Argos y traté de enseñárselo, esos sonidos, fracasé y volví a fracasar” … 

Rufo pide que lo rescaten. Tanto que construyó a Argos, alguien con quien establecer un lazo, un lazo con palabras, de que otra forma podía ser, en un principio sin éxito… escucha sus gemidos y puede ver, dice que después, sus lágrimas. Argos balbucea palabras… Marca un ritmo que da lugar a un conjunto de lazos y de pasajes capaces de transformar y de volver a poner en movimiento diferentes formas. 

… “Después me di cuenta” … ¡Los trogloditas eran los inmortales!

La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por dibujarse como el rostro de un sueño, (de un sujeto, podríamos pensar). 

Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. 

Entre los inmortales, en cambio, cada acto y cada pensamiento, es el eco de otros que en el pasado lo acontecieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. … “No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos” … Aquí, me recuerda a Connor, quién trae en sus recuerdos ecos de pasados que han pasado, que han transcurrido, en un tiempo lineal, en su vida como inmortal, que hicieron de él un hombre solitario de carácter amargo y cínico, de un transitar sin que nada provoque en él, cambio alguno. 

… “En la inmortalidad nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario, nada se pierde.  Lo elegíaco (consiste en lamentar cualquier cosa que se pierde, la ilusión, la vida, el tiempo, un ser querido, un sentimiento, etc.), lo grave, no rige para los inmortales” … Todo es un continuo, nada marca. 

Rufo trae todos sus recorridos uno a uno y en uno de sus recuerdos dice: … “yo era tribuno de Roma y la fiebre y la magia y la inacción (quietud) consumían a los soldados. Perdidos en el tiempo, también en ese transcurrir sin que nada transcurra. La inacción, quieto allí, sin movimiento, detenido, pero Rufo recurre a su origen y comienza a relatar su historia, a historizar. Dice. …” yo era tribuno de Roma” …

Entonces, como de repente, Rufo dice: … “en las afueras, vi un caudal de agua clara, la probé, movido por la costumbre”. Me pregunto, ¿el agua que da la mortalidad?  … “Al repechar la margen, un árbol espinoso me laceró el dorso de la mano” …; … “El inusitado dolor me pareció muy vivo. Incrédulo, silencioso y feliz, contemplé la preciosa formación de una lenta gota de sangre. De nuevo soy mortal, me repetí, de nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche, dormí hasta el amanecer” …

Me pregunto: ¿Qué ocurrió aquí? Kierkegaard dice: … “El instante es un parpadeo” …; … “el ahora ya pasó” …  El ahora es un límite entre el pasado y el porvenir, pero no es parte del tiempo, ya pasó, es inaprensible, por eso también decimos el instante, es inaprensible” … Lacan dirá: … “el instante es un salto, un salto fugaz, pasa, y es inaprensible” … 

El acto analítico también se produce en un instante.  El instante es algo así como el aflorar de un acontecimiento, (doloroso y gozoso) sufre de frustración y salva del dolor. 

Acontecimiento que marca en todo sujeto un acto y un acto es: un antes y un después, que lleva a todo sujeto a un cambio de posición subjetiva, es esperable que el sujeto cambie la relación con sus objetos. 

Es interesante donde nos lleva Borges, no podemos pensar la vida sin el dolor, sin el goce, sin la pérdida, no podemos pensar a la vida sin la muerte. 

Como tampoco podemos pensar a un sujeto sin su voz, sin su palabra. Borges crea a Argos, y en su novela La espera crea a un perro lobo, ya viejo, donde Villari, hombre que también queda detenido en una espera, parece ser, escondido, huyendo, de quien es su enemigo, Villari, ¿es él mismo?, ¿es él, su propio enemigo? 

El cuento solo dice que, para despistar, se ha nombrado, como su enemigo, solo, en una habitación de hotel, con pesadillas que lo dejan al borde de la muerte, hasta que por fin aparece el propio Villari y lo mata. Pero antes está Lobo, perro de la casa donde se hospedaba, y Villari también se amistó con él, le habla en español, en italiano y en las pocas palabras que le quedaban del rústico dialecto de su niñez. Villari trataba de vivir en el mero presente, sin recuerdos, ni previsiones, como es de esperar, lo primero le importaba menos que las últimas. 

Borges incluye al otro, construye también a Lobo, e intenta construir un lazo. La existencia del sujeto se entreteje entre lazos con los otros. 

En la película de Los Inmortales, la felicidad para Connor es sentirse como todos los hombres, un ser mortal. En el mito, Titono implora morir, exige su derecho a morir, abolido, arrebatado por Eos. Desea morir como todo mortal. Mi paciente trae la castración, el paso del tiempo no lo podemos pensar sin la pérdida. 

Entre la pérdida y la ganancia se juega la existencia del sujeto. Sus letras/sus trazas/su recorrido. Como dice Borges: … “cuando llega el fin, solo quedan palabras, por tanto, ser uno más del conjunto de los mortales, ser nadie, ser todos” …

Lacan habla acerca de la segunda muerte, dice: “La primera muerte es la muerte que todos conocemos: alguien se murió” … “pero hay una inversión de tiempos: la segunda muerte que antecede a la primera. La segunda muerte es la subjetivación de la muerte, forma en que Lacan retoma la propuesta heideggeriana del ser -para la muerte-”

La inscripción de la idea de la muerte en el devenir de la vida, en máxima diacronía con la muerte real, auspicia que el deseo alcance sus fines, esto es que no renuncie a la vida. 

Por tanto, gracias a la eficacia significante, el sujeto tiene la posibilidad de anticipar su desaparición. Bien enlazada, bien anudada, tiene un valor propiciatorio, permite la función de la creación.  La función de relanzar el deseo una y otra vez. 

Entre la pérdida y la ganancia, anudado con la castración, se juega el Deseo, por tanto, la existencia del sujeto. La inmortalidad implica la no pérdida. 

El psicoanálisis propone apuntar a relanzar el deseo, allí donde el sujeto ha quedado detenido. 

Bibliografía

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