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Zambrano y el psicoanálisis

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Seminario de Relatos y Retazos del Psicoanálisis / 2022

Texto de Miguel Marinas para la presentación del Seminario sobre María Zambrano de Relatos y Retazos del Psicoanálisis: “(a)lma y poiesis: María Zambrano y el Psicoanálisis

Publicado en enero de 2022

Zambrano y el psicoanálisis

El sentido de este seminario en el que tratamos de conjugar el saber de María Zambrano con el saber del psicoanálisis es precisamente atender a una filósofa, una pensadora cabal del siglo XX español, en su despojamiento intelectual y en la riqueza que ese despojamiento acarrea al pensamiento como tal.

Zambrano en tres de sus obras fundamentales, Hacia un saber sobre el alma, El sueño creador, Los sueños y el tiempo, se enfrenta con el hallazgo principal del psicoanálisis: que hay un saber no sabiendo / toda ciencia trascendiendo.

Que el sujeto no es el yo y que este – como dice Peter Gay, no es quien manda en casa – afirmación que Zambrano suscribe aun en contra de sus pares filosóficos, que se asoman al hallazgo freudiano con decisión pero no tardan replegarse (es el caso de Ortega, loable editor de las obras de Freud al español) quizá porque el saber de lo inconsciente es un saber que moviliza el deseo, propiamente la sexualidad y ese es un paso que da vértigo a los saberes académicos.

Zambrano obra dos desplazamientos que la acercan a la indagación psicoanalítica: (a) entender que el saber es un proceso que no está prefigurado, que se descubre, en la forma más radical que incluye el ignorar (b) dar cabida a otro órgano o dimensión del conocer que no está anclado en el yo.

Por eso su modo de conocimiento está orientado al transcenderse a sí mismo, desde un conocer aparentemente informe que es el conocer del sueño. El conocimiento onírico es el primer brote del saber humano: el soñar, como el nacer arranca de ese plano inferior, preconsciente (los ínferos) donde todas las configuraciones que se van produciendo tienen que ver con la raíz misma del sujeto que conoce. La realidad que en este proceso se manifiesta es abierta, la realidad es disolución, es desdibujamiento que progresa hacia formas que se suceden unas a otras, sin cierre ni ganancia. Por ello Zambrano está muy atenta a la realidad polimorfa de los sueños, en la que estos son vistos como la primera forma del despertar de la conciencia y el primer paso en el camino de la representación (Los sueños y el tiempo).

Ese sueño que crea la imagen previa del ser será la traza apenas creída del andar humano. Para emerger como sujeto y no sólo como mero individuo la tarea es proyectar las ensoñaciones sobre la imaginación y luego la conciencia. La angustia y zozobra imaginaria, inaugural, se va convirtiendo de cada uno y en la especie en una vocación de demiurgo: ir haciendo el mundo es la realidad cabal a la que el sujeto que no está dado ni acabado se enfrenta.

El sujeto que a este proceso radical se corresponde es un sujeto no yoico, aproblemático, el sujeto del saber escolástico que actúa como sujeto pensante. Es más bien el sujeto que experimenta el vértigo de su disolución, desde la que tiene que producir emblemas, señales, símbolos, que aferren el delirio posible de la situación primigenia. Por eso Zambrano nos enseña a leer la racionalidad de cada sueño, de cada ensoñación, que crece por delante de nuestros pasos y pone fuste a la condición pensante como invención.

Escribir para salvar la soledad es la tarea radical: no se trata de consolar nuestro aislamiento sino de profundizar en él como condición de nuestra humanidad. Ser sólos no es un estado sino una condición. De aquí brotará la apropiación de la condición del ser solitarios-solidarios que Kant establece como condición de la ética y de la política.

Si el delito mayor del hombre es haber nacido (no hay lirismo en el alumbramiento ni en la crianza) la tarea moral es darse un ser que ocupe el vacío de ese nacimiento. Llegar a tocar esa categoría de lo real que supera lo articulado y domesticado que sirve para nombrarse como buscador abierto. Sin sustantivizar ni cerrar como la vida organizada, dominadora, pediría: más bien es jugar a lo abierto de la vida como un sueño despierto que se abre y se da como tarea esencial.

Como el análisis, Zambrano pone delante el sueño y la ensoñación radical que irá engendrando la vía de la ética: no cejar en cuanto al deseo, buscar en medio de las no figuras, amar la vida hasta en lo no dicho. Para que el sujeto advenga, Zambrano nos enseña, tanto a quien piensa filosóficamente como a quien analiza, que la fragilidad del sujeto es la condición fundamental del vivir con lucidez: más allá de los sujetos, circula el acontecimiento, es decir lo real.

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