El tren de Freud, los sueños y la grieta sexual (a partir de la irrupción del debate feminista sobre el sexo)

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Xóchitl Romo

Trabajo presentado en el coloquio de Dimensión Psicoanalítica “Psicoanálisis y Sexualidad” (25/06/22)

I. Irrupción del debate sexual que tomó cuerpo

Existe actualmente un debate aguerrido y acalorado sobre el cuerpo sexuado y su identidad que se lleva a cabo en la esfera pública. Las feministas radicales actuales (radfem) y otras de larga trayectoria como Amelia Valcárcel o Marcela Lagarde, están dando una batalla contra lo que llaman “el borrado de las mujeres”. Son destacables por su labor al contrarrestar el lenguaje LGTBQ+ que inundaba el panorama cultural actual.

Para las feministas la teoría queer es una especie de caballo de Troya que se coló y ha terminado por poner en peligro a las mujeres y a los derechos antes conseguidos por el movimiento feminista. La imagen del caballo de Troya muestra bien la sorpresa que ellas mismas se llevaron al ver la deriva que tomó el concepto de “género”. Ahí donde creían que habían triunfado, algo se revirtió.

Siguiendo a teóricos como Eric Marty podemos decir que la teoría queer al querer hacer desaparecer el sexo, provoca que este retorne como un ideal, como una esencia: “Se trata de un pensamiento que al creerse tan novedoso no previó que hacía volver lo que quería expulsar”.

Las radfem se oponen a que se sustituya en las leyes y en la vida cotidiana la palabra sexo o mujeres, por la expresión de identidad de género y se pronuncian para defender los derechos de las mujeres basados en el sexo. Llama la atención la necesidad de volver al sexo en su realidad material.

Sucede que siguiendo la agenda política, médicos, psiquiatras, psicólogos y algunos analistas quedaron atrapados en esa novedad de la identidad de género y se vieron empujados a acatar el autodiagnostico de sus pacientes. Especialmente en el caso de las púberes y adolescentes autodenominadas trans (en EE.UU., el 80 por ciento de los trans eran de sexo femenino al nacer según el estudio de Lisa Littman).

Al psicoanálisis se le acusa en las discusiones tanto de contribuir a lo heteronormativo y patriarcal como de abonar al caos de la multiplicidad de identidades fundadas en las teorías post y estructuralistas que: las cosas se hacen con palabras, nada existe fuera del texto y por lo tanto cualquier cosa puede deshacerse.

Interesa el retorno de las feministas a sus textos básicos, a sus conceptos fundamentales desde donde ellas habían pensado el género. Entre otras cosas porque el psicoanálisis también puede revisar sus fundamentos en este debate.

Por ejemplo, volver al libro de Simone de Beauvoir El segundo sexo que es uno de los puntos de quiebre entre las lecturas que hace Judith Butler y las feministas.

Pero no sólo las feministas han de volver a sus fundamentos tras la sorpresa del caballo de Troya, también los analistas hemos de retomar la relación con la verdad del sexo.

Ya hacía tiempo que el psicoanálisis entraba al debate por vía de este texto feminista. Simone de Beauvoir hace un recorrido por la teoría freudiana. Retoma a las analistas mujeres posteriores a Freud y las descripciones clínicas de la sexualidad infantil en mujeres. También hace algunos apuntes de lo que Lacan había trabajado antes del 46 (en ese año se publica El segundo sexo).

Es muy cercana al psicoanálisis, pero es bien conocida la crítica que le hace a Freud por haber calcado el destino sexual de las mujeres sobre el de los hombres. También se sabe cómo le responde a Freud cuando afirma que la mujer no quiere nada porque La mujer no existe…; ella en cambio, propone el plural: existen las mujeres.

Lacan en el Seminario XX retomará esa frase y la idea de cómo el psicoanálisis no ha podido pensar el lado femenino más allá o de lo masculino, o de lo materno, y lo hace desmontando el universal fálico desde la lógica (Vale la pena también la descripción de Beauvoir sobre el falo, quizás es un apunte para lo que luego será el falo como significante).

“No se nace mujer: se llega a serlo” es la frase recortada y usada como slogan por todos los bandos que da inicio a la cuarta parte del libro llamada “Infancia”. Lo interesante para el análisis es que el desarrollo del capítulo que sigue a esa famosa frase (así como el de los otros que se llaman “Juventud”, “Iniciación sexual” y “La lesbiana”), están armados con descripciones clínicas del psicoanálisis de mujeres, con casos escritos publicados por psicoanalistas, con novelas y diversos relatos.

Simone de Beauvoir

Se trata de la verdad del sexo y de la sexualidad que tiene estructura de ficción, al modo de la invención de Freud de la realidad psíquica, que está fundamentada en las experiencias sexuales infantiles relatadas.

Freud, en las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis, dirá que algunos recuerdos son hechos efectivamente ocurridos en el pasado, y otros no, pero ambos tienen el mismo valor para el análisis.

Las mujeres en El segundo sexo se tejen con dichos y palabras que resuenan en su cuerpo. Es un estudio del cruce entre el sexo, la palabra y el contexto histórico.

En El segundo sexo la verdad es un decir, la verdad habla, vagabundea no sólo en las mujeres que se analizaron sino en lo que escribieron aquellas analistas tomadas por la autora.

En esa verdad con estructura de ficción del capítulo de La Infancia, dice Simone de Beauvoir que ambos sexos tienen que enfrentar la angustia y el desamparo, la arbitrariedad de las respuestas del Otro, el efecto de la mirada y del espejo, la relación con la madre; pero puntualiza que hay dos modos de experiencia del cuerpo en su diferencia sexual anatómica siempre referida a lo que niños y niñas encuentran a su alrededor: ¿Qué les dicen?; ¿Qué escuchan en relación a su cuerpo? Ahí se desmonta el supuesto destino único para las mujeres.

Vale la pena volver a las consecuencias y diferencias con ese texto.

II. El tren-trans y el tren de Freud

Además de las feministas, quienes han avanzado en el cuestionamiento de autodeterminación de la identidad de género, son algunas periodistas. Destaco un documental de investigación realizado por la televisión sueca en 2019 (SVT) llamado “El tren trans” donde se recogen testimonios en varios países de padres desesperanzados, médicos, psicólogos, algún psicoanalista, y en especial de las y los jóvenes que han hecho la transición y luego lo que ahora se ha dado en llamar la destransición.

Sin mucho respaldo de investigación médica, se instalaron con rapidez las llamadas “terapias afirmativas”, los bloqueadores de la pubertad, el tratamiento con hormonas y las operaciones de re-asignación. El documental cuestiona las “buenas intenciones” de los profesionales de la salud que no soportan el odio al cuerpo del que les hablan y muestran los adolescentes. Quizás ese es precisamente el fracaso de la atención actual: el no saber qué hacer con las manifestaciones de la pasión del odio y no saber tampoco qué hacer con la propia angustia. Los púberes están en el momento de hacer el duelo por la infancia y requieren tiempos de re-escritura sexual.

Me llamó la atención la metáfora del tren que es tomada de la expresión de una de las periodistas que indica que una vez que les aparece la certeza, la creencia excesiva en la esencia del género de la comunidad trans, se suben al tren y no hay modo de bajarse. Efectivamente es un tren de alta velocidad, un tren bala. De inmediato, se responde a la demanda sin interrogar el trecho del deseo entre el enunciado y la enunciación. Ese deseo que acontece en la escena del análisis y que no pertenece a nadie de antemano.

Cuando Freud escribe sobre la experiencia analítica con la joven homosexual, esa chica que él nos describe: “no solamente había elegido un objeto femenino, sino que también había adoptado hacia él una actitud masculina” y a la que él termina llamando una verdadera feminista; se ve en la necesidad de hacer un recuento, un pequeño repaso explicativo de lo que es un psicoanálisis. Sitúa dos momentos: 1) La escucha y la elaboración del material que se devuelve al paciente y 2) El propio trabajo activo del analizante que culmina en que este “adquiere las convicciones que lo hacen independiente de la autoridad médica”. Explica lo anterior justamente con la metáfora de un viaje en tren en dos tramos. Cito:

“El primero comprende todos los preparativos necesarios, tan complicados hoy y tan difíciles de cumplir, hasta que por fin se abandona la carta de viaje, y uno pone el pie en el anden y consigue su lugar en al vagón. Ahora tiene el derecho y la posibilidad de viajar hasta ese lejano país, pero tras todos esos preparativos previos no se está todavía ahí, ni en verdad se ha avanzado un solo kilómetro hacia la meta. Aun es preciso hacer el viaje mismo de una estación a la otra, y esta parte del viaje es bien comparable con la segunda fase” donde el paciente se “adueña” de su propio material”

La explicación de Freud nos sirve para pensar cómo el acto analítico requiere una operación conjunta del analista y el analizante, es indispensable además el tiempo y los tiempos. La segunda fase indica que se trata de algo más que la pura interpretación simbólica; que algo de la intervención ha de tener el efecto de poner en marcha al sujeto. La independencia del analizante es su autorización y desde luego no puede estar al inicio, ni en soledad.

Ya comenté al principio que el tren (Zug) es muy importante en los textos de Freud. En el caso de la joven homosexual esta explicación es llamativa si tomamos en cuenta que ella se había lanzado a las vías del tren. Es ese acontecimiento lo que la lleva al análisis pues se lee como un intento de suicidio precipitado por una mirada de furia del padre. Lacan lo señalará como pasaje al acto por la característica de salir de la escena, quedar fuera del cuadro.

Sdonie Csillag

El caso de la joven homosexual tiene la mirada como uno de los ejes centrales. Es mirada de modo furioso por el padre al inicio y luego Freud, según sabemos por la biografía, la despide diciéndole que tiene una mirada tal que no quisiera encontrarla como enemiga. De esto dirá Jean Allouch:

Si en vez de una mirada indignada, se encuentra con otro tipo de mirada (¿la del analista?) … ella vería que la mirada indignada no era la de su padre, sino la de ella misma.

La fascinación hace presencia y puede cualquiera quedarse en lo escópico, estupefacto, espantado, fijado, sin poder dialectizar la mirada.

Interpreto que en el caso de las púberes que se autodenominan trans, precisamente falta otra mirada y al tiempo la transformación en discurso.

Una y otra vez el bombardeo de imágenes, videos, fotos de operaciones de sexo que resultan siniestras o fascinantes acaparan la atención. Esas imágenes se nos proponen a la vez que la vuelta a los estereotipos (“yo siempre quise jugar futbol” / “siempre quise una fiesta de princesas” y “un juego de té”).

Las fotografías de Paul Regnard de la época de Charcot son definidas por Roudinesco como “un verdadero monumento levantado en honor de las representaciones visuales de la histeria del fin de siglo”. La histeria existía de modo visual.

Es sabido que Freud se separó de esa clínica para poner la palabra de por medio. Frente a lo trans habrá que hacer lo mismo. Proponer el acto analítico para extraerle la certeza a la imagen angustiosa.

III. La grieta sexual

La verdad sobre el sexo para el psicoanálisis no solamente tiene la estructura de ficción que habla, sino que el análisis constata el no poder decir lo verdadero de lo verdadero. En el Seminario 17 Lacan comenta esa frase proveniente del sueño de uno de sus pacientes:

Uno de mis amigos y pacientes una vez tuvo un sueño que llevaba las huellas de no sé qué sed despertada en él por las formulaciones del seminario, y donde alguien que me concernía exclamaba: ¿Pero acaso no dice lo verdadero de lo verdadero?

La verdad sobre el sexo es también la constatación de un agujero en la significación. Y es en ese modo de situar la verdad donde más claramente nos distanciamos de la dicotomía sustancia / significación con respecto al sexo.

La idea de adscribir el sexo únicamente como una producción de la cultura es lo que posibilita precisamente que quede atrapado en las reglas mismas de los estereotipos que ahora vuelven con más insistencia.

Anónimo. Siglo XVIII

Jean Copjec en su libro “El sexo. La eutanasia de la razón” contesta desde el psicoanálisis a Butler mostrando la total incompatibilidad entre el texto de El género en disputa y el lacanismo.

Voy a hacer una cita larga porque merece la pena no perder su hilo:

“¿Pero qué es el sexo? Mi primera pregunta es también la pregunta que da comienzo a la indagación de El género en disputa. Cuando se hace eco de la afirmación de Freud de que la diferencia sexual no está determinada de manera unívoca, ni anatómica, ni cromosómica, ni hormonalmente, es decir, cuando cuestiona la existencia pre-discursiva del sexo, Butler supone automáticamente, … que el sexo se construye discursiva o culturalmente. Pero el propio Freud evitó limitarse a estas alternativas: fundó el psicoanálisis sobre la negativa a elegir entre “anatomía o convención” argumentando que ninguna de ellas podía dar cuenta del sexo. … Pues lo que tal reducción ignoraría es el radical antagonismo entre el sexo y el sentido. En términos de Lacan “Todo cuanto está implicado en el abordaje analítico del comportamiento humano indica, no que el significado refleja lo sexual, sino que lo compensa”.

Joan Cojpec

La diferencia sexual desde el psicoanálisis se inscribe en los tropiezos del lenguaje y en su imposibilidad de decirlo todo. Por ello, el sujeto es, para esta autora, incalculable.

Copjec recuerda lo dicho por Freud al explicar la diferencia con Jung:

“De la sinfonía del acaecer universal se alcanzaron a escuchar sólo un par de acordes culturales y se desoyó de nuevo la potente, primordial melodía de las pulsiones…”

Esa otra manera de situar la verdad, para la que Lacan acudirá a la lógica, evoca también el no-todo marcado por la relación con la muerte.

IV. Muerte, sueño y deseo en el análisis.

Freud insistirá en que hay una relación entre sexo y muerte (eso aparece en el viaje en tren donde olvida el nombre de Signorelli) y ese cruce con la muerte constituye también la diferencia del psicoanálisis con las teorías del género.

En los años 58 y 59, en su Seminario, Lacan se verá conducido por la pregunta sobre el deseo. Está armando su pequeña red del grafo con esa pregunta: ¿Qué es el deseo y por qué la gente se defiende de su deseo? Una de las entradas para responder son los sueños de aquellos pacientes que están en duelo.

Tras el sueño del doliente que por ejemplo puede soñar con un padre que ya murió pero en el sueño no lo sabe, o que la voz del hijo lo despierta diciéndole: ¿Padre no ves que me abraso? Lacan sitúa el momento de la interpretación de Freud como aquello que adjunta el deseo; que interpone el deseo frente al escenario donde “todo deseo se ha desvanecido de la existencia”, es decir el duelo.

Hacemos duelo por las muertes y por el límite de nuestro cuerpo. Ahí encontramos una de las formas de pensar la castración.

Ralph Steadman

Propongo la definición que da Pascal Quignard en “La noche sexual” de la castración para el tema que nos atañe en estos tiempos sobre el cuerpo:

La castración es la experiencia aterrada que viven los niños sobre la edad de cinco años, no tanto de constatar la diferencia anatómica entre sexos como al sentir el duelo por el otro sexo, cualquiera que este sea. La madre no es ya uno mismo. Cada cual no es ya del todo. Los límites del cuerpo se estrechan para siempre más que las esperanzas que interminablemente alientan la curiosidad y el deseo”.

Estos síntomas de desconocer el cuerpo en la pubertad podrían ser una de las formas del duelo de los cuerpos infantiles o por lo menos se nos presentan como un nuevo llamado del enigma sexual.

En este tiempo, las feministas buscan que no se borre a las mujeres, mientras nosotras y nosotros, los analistas, intentamos ir al encuentro contingente de la verdad sexual como ficción y como grieta.

Bibliografía:

1. Allouch, Jean, “La sombra de tu perro. Discurso Psicoanalítico-Discurso Lesbiano”, El cuenco de Plata, Bs As, 2004.

2. Amigo, Silvia, “La autorización de sexo y otros ensayos”, Letra Viva, Buenos Aires, 2014.

3. Copjec Joan, “El sexo y la eutanasia de la razón. Ensayos sobre el amor y la diferencia”, Paidós Ibérica, Argentina, 2006

4. de Beauvoir, Simone, “El segundo sexo”, Lumen, México 2022

5. Freud, Sigmund, “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” (1920), Amorrortu, Argentina, 2001

6. Lacan, Jacques, “El deseo y su interpretación”, Paidós, Argentina, 2019

7. Lacan, Jacques, “Aún”, Paidós, Buenos Aires, 2006

8. Marty Èric: Le sexe des modernes: Pensée du Neutre et théorie du genre, Éditions du Seuil, Paris, 2021

9. Porge, Erik, “Transmitir la Clinica Psicoanalítica” Nueva Visión, Argentina, 2007

10. Quignard, Pascal “La noche sexual”, Madrid, 2018

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