El psicoanálisis y Arreola o el hombre que faltó a su cita con Jung.

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Me pregunto si la identidad personal consiste precisamente en la posesión de ciertos recuerdos que nunca se olvidan“.

Jorge Luis Borges

Siguiendo a Borges, me pregunto por los efectos de esos recuerdos que no se olvidan, que insisten en la historia de los individuos, y en particular, en la historia de vida y obra de un gran escritor de la literatura mexicana y universal.

La intención de este texto es señalar algunos efectos de esos recuerdos y memorias, así como la influencia del psicoanálisis en la vida y en las letras de Juan José Arreola. 

Para el psicoanálisis, algunos recuerdos habitan en el inconsciente; ese espacio en el aparato psíquico donde nada está olvidado según Sigmund Freud. 

Pienso en los recuerdos como formadores de la trama del ser, como hilos que se cruzan y van tejiendo una historia: elecciones, acciones, creaciones, etc.

“La obra fragmentada de Arreola representa un todo cincelado cuidadosamente a base de recuerdos y memorias, de innumerables experiencias culturales y literarias, de variados recursos retóricos, de disquisiciones libres y repetitivas, de improvisaciones y ocurrencias estimuladas por el instante, producto de un asomo inquieto y fugaz a la vida.”

Sara Poot Herrera

 El encuentro entre Arreola y la literatura psicoanalítica germinó y dio frutos a lo largo de su obra. En el relato de sus memorias, esas que le contó a Fernando Del Paso y que quedaron plasmadas en Memoria y olvido, además de otros textos como Vida y obra, escrito por su hijo Orso, deja testimonio de ese encuentro con sus desencuentros.

Juan José Arreola Zúñiga nació el 21 de septiembre de 1918, 18 años después de la publicación de la “Interpretación de los sueños” de Sigmund Freud, obra fundadora de la tradición psicoanalítica universal, la cual formó parte de su gran acervo cultural. 

“Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande, un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen temperamento, un cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño. Desde mayo hasta diciembre, se ve la estatura pareja y creciente de las milpas. A veces le decimos Zapotlán de Orozco porque allí nació José Clemente, el de los pinceles violentos. Como paisano suyo siento que nací al pie de un volcán” .  

Juan José Arreola
Juan José Arreola

Nacido en una peculiar familia, abundantemente ilustrada y rica en habilidades artesanales, creció rodeado de libros que pronto despertaron su espíritu. La influencia de sus tíos sacerdotes y en especial de su hermana mayor Elena, quien le alentaba con los libros escolares además de literatura exquisita, fue definitiva. 

“Yo tenía 10 años de edad y era ya un germen de poeta. Lo sé porque ya sentía la marea. Esa marea de la que habla Stephen Dedalus en el retrato adolescente de Joyce, y que no es otra cosa que la inspiración”.

JJA

Fue autodidacta la mayor parte de su formación, pues diversas circunstancias, como la situación económica de la familia y hechos históricos como la guerra cristera que provocó el cierre de escuelas, lo llevaron a transitar por diversos oficios que también se hacen presentes en su obra; entre ellos: abonero, vendedor ambulante, vendedor de tepache, herrero, carpintero, zapatero, panadero, mozo de cuerda, comediante, maestro de secundaria, empleado de un molino de café, encuadernador, tipógrafo, empleado de una papelería, vendedor de telas, corrector de pruebas, editor, etc.

Volviendo a sus memorias, podemos leerle:

Mis primeras impresiones en la vida son de infinito y de marea. Sensaciones, ambas que se reprodujeron en sueños a lo largo de muchos años de infancia y adolescencia. Y el primer recuerdo que quedó completamente fijado por la experiencia fue el de la persecución del borrego negro. Hoy me he dado cuenta que la sensación de marea corresponde a lo que yo llamo los canjes respiratorios de mi madre.” 

Vuelvo al borrego negro. Yo di mis primeros pasos bajo el signo del terror, frase que parecería un título de película. Estaba yo sentado en el suelo, jugando con un bastón de palo o algo así, cuando se abrió la puerta de uno de los corrales de la casa, que seguramente alguien había cerrado mal, y sale por ella un borrego negro. O algo más que eso, un semental, un verraco como le dicen en América del Sur, con grandes cuernos, que se dirige hacia mí. Yo no había aprendido todavía a caminar, pero el instinto –el del hombre paleolítico- me hizo levantarme, apoyarme en el bastón y caminar. Me fui hacia un pasillo, por el que por fortuna venía mi madre, que salió a mi encuentro. Pero al ver que venía yo caminando, apoyado en el bastón y atrás el borrego, mi madre se soltó a reír. Yo que tenía un año de edad o menos, estaba aterrorizado…Durante toda la infancia, y gran parte de la adolescencia, tuve una pesadilla recurrente. El borrego se transformaba en mis sueños, en un gran perro o en un toro. Lo digo en Confabulario: “Ese borrego negro nunca ha dejado de perseguirme

JJA

¿Qué significado cobraría la imagen del borrego desfigurado en perro y en toro?, ¿Qué pregunta le generó la risa de su madre?, ¿Qué enigma tan poderoso puede ser recordado y reanimado desde tan corta edad?, ¿Qué fantasías decantaron?… 

A primera vista, el recuerdo figura un vaivén entre la esperanza del encuentro con la madre y el terror imponente. Lo que se anuncia es el desconsuelo. 

El recuerdo de Arreola hace eco, en su sonoridad trae de vuelta “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci”, escrito por Freud (trabajo que por cierto leyó Arreola), publicado en 1910, donde intenta aplicar el método del psicoanálisis a la vida de este gran personaje; texto donde también muestra la conexión de los recuerdos infantiles y las fantasías:

“Los recuerdos infantiles de los seres humanos no suelen tener otro origen; en general no son fijados por una vivencia y repetidos desde ella, como los recuerdos concientes de la madurez, sino que son recolectados, y así alterados, falseados, puestos al servicio de tendencias más tardías, en una época posterior, cuando la infancia ya pasó, de suerte que no es posible diferenciarlos con rigor de unas fantasías”.

Sigmund Freud

Separación, angustia, abismos, barranca, abandono, expulsión del paraíso, vértigo, infinito, la mujer, ominoso, numinoso, aparecen de continuo en la obra de Arreola; envuelta de experiencias personales de gran impacto emotivo, que le provocaron una serie de síntomas que le obligaban a estar acompañado y que esos sí, no lo abandonarían más. Es así, que hizo texto de su sufrimiento y de otros textos que igualmente tuvieron impacto.

“Yo soy un hombre que no perdonó nunca, ni ha perdonado, ni probablemente perdone jamás el haber sido expulsado del vientre materno.”

JJA

Ante ello, parece que Arreola encuentra una salida pues habla de que contar su vida (es bien sabido que fue un excelente conversador, cuentista de prodigiosa memoria), podría curarlo de no soportar la separación de su madre, separación que dice lo hizo radicalmente hombre, y unirse “identificatoriamente” a su padre que también fue víctima de la separación.

Hace poco, cuando leí un texto en un periódico de Otto Rank, me di cuenta que se me había olvidado que él fue el gran especialista del abandono, de la separación. Junto, desde luego, con Igor Caruso, el del tema de la separación de los amantes, que fue discípulo fiel, inseparable, de Freud. Fueron, Caruso y Freud, lecturas claves de mi vida.” 

JJA

Paradójicamente, esos mismos síntomas que manifestaban sus dolencias y frustraciones, su miedo al éxito, a perderse, al abismo, esos que por un lado generaban escritura, encuentros y desencuentros insospechados, también le acercarían a la medicación psiquiátrica, sobre ella escribe:

Aunque creo a veces también que la memoria está en la sangre. Qué está codificada en la corriente sanguínea: tenemos la memoria en todo el cuerpo. Alguna vez relacioné esta idea, no sé porque, con el orgasmo, un fenómeno eléctrico que invade todo el cuerpo, porque uno siente que todo el árbol venoso y todo el árbol arterial se estremecen. Yo he sentido vibraciones desde muy chico, vibraciones semejantes a las que ocurrieran en las puntas de unas cuerdas, no de violín, porque sus cuerdas están capturadas en su base y tensadas en su extremo. Quizás sea mejor hablar de vibraciones de tímpanos. O mejor de lengüeta de un instrumento musical, de un clarinete, digamos, o de un oboe. Así como reproduce el sonido, debe producirse la angustia, causada por tensiones vibratorias. Las medicinas, entonces, ensordecen la vibración y viene la tranquilidad

JJA

A los 23 años (1941), escribió “Análisis de un sueño”. Movido por el deseo de declaración de un sentimiento amoroso que guardó por mucho tiempo y más allá de los sentimientos contradictorios que le habitaban, escribió y envió una carta de amor. Como producto de la incertidumbre acerca del efecto que esta carta provocaría, dijo haber tenido un sueño (el cual se repite), que lo impresionó por la riqueza de imágenes y recuerdos que lo conformaban. Intenta pues su análisis, siguiendo en todo lo posible las teorías del profesor Freud, de quien cita La interpretación de los sueños, El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen, Introducción al estudio de los sueños, Los actos fallidos y los sueños y Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, además de otros trabajos de Hans Sachs, Otto Rank y Sándor Ferenczi. 

“Análisis de un sueño” se publicaría hasta 1953 en una revista de Guadalajara que reunió grandes personalidades de las letras y artes mexicanas; por nombrar algunos, Xavier Villaurrutia, Elías Nandino, Juan Rulfo, entre otros.

Otro sueño, uno de vigilia, lo llevó a estudiar teatro a París. Ello sucedió de la siguiente manera. A temprana edad, Juan José Arreola mostraba grandes habilidades como orador, don que le hizo ganar fama en su pueblo, donde le apodaron Juanito el recitador.

Convencido de su vocación, decide estudiar teatro y viajó a la ciudad de México para hacerse un lugar en la escuela de teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes.

“… partió lleno de esperanza de la estación del tren de Zapotlán el 31 de diciembre de 1936. Su familia lo despidió como a un pequeño héroe a quién sólo pudieron darle como armas una maleta de cuero, un abrigo y una caja de cartón con alimentos para dos días.

Orso Arreola

En 1944 el actor Louis Jouvet, a quien Arreola admiraba desde niño (en parte por influencia de su padre), estuvo en Guadalajara; Juan José, acompañado de su hermano Rafael, no perdió la oportunidad de conocerlo a las afueras del teatro Degollado. Este encuentro provocó que Jouvet prometiera llevarlo a París, promesa que cumplió en 1945. A su llegada a la Ciudad Luz, y después de encontrarse con Jouvet, lo siguiente fue presentarse con Jean-Louis Barrault, quien en aquel entonces se desempeñaba como director de escena de la Comedia Francesa. Tras una larga charla, y sorprendido de la cultura y soltura del joven actor, lo envió al escenario. Así, Juan José Arreola actuó al día siguiente de su llegada a París en la mismísima Comedia Francesa.

Ese sueño de vigilia duró sólo el frío invierno, pues los padecimientos gástricos, la exagerada pérdida de peso, la angustia y el hecho de haberse separado de su esposa e hija de apenas un año de edad, le harían volver a México. 

Y fue por eso que mi madre nunca me perdonó todas las veces en que yo desistí de algo. En que me rajé literalmente. Como la primera vez que me devolví de Guadalajara, la primera vez que me regresé de México y, por último, cuando me devolví de París. Yo tenía miedo al éxito. Lo he tenido siempre. Y cada vez que lo tengo, padezco horriblemente. Una vez, mi padre me encontró llorando después de una actuación de Juanito el Recitador, que había sido todo un éxito

JJA

En París se rodeó de grandes personalidades. Conoció a Pierre Emmanuel, poeta miembro de la Academia Francesa, quien le ofrecería un gran apoyo ante su condición de salud.

Cuando Pierre Emmanuel se dio cuenta de que yo padecía de neurosis, me dijo: “Arreola, va usted a tener el mejor médico que hay en París para las afecciones nerviosas. Se llama Carl Gustav Jung… Pierre Emannuel se comprometió a pedirle una cita a Jung. Va a estar feliz, porque le interesan las cosas de Oriente y de México. En cuanto sepa que usted es mexicano y hombre de letras, le pedirá a usted le hable de Coatlicue y Huitzilopochtli, y todo eso…”, me dijo Pierre Emmanuel y me consiguió una cita para el miércoles siguiente a las 6 de la tarde

JJA
Carl Gustav Jung

Quizá por efecto de esa auto reconocida neurosis, Juan José Arreola faltó a su cita con Jung. Se lo contaría después a Fernando Del Paso: 

Conocía yo varios de sus libros, lo admiraba y me aterré. Lo dejé plantado. La verdad es que las depresiones que me daban estaban causadas o agudizadas, porque no comía. Pero no había nada que comer. Y por el hecho de haber plantado a un médico tan célebre como Jung, me pasé toda una tarde en la cama, lleno de remordimientos.”

JJA

El retorno a México en 1946, le trajo nuevas mareas ontológicas y escriturales. En ese año inicia su trabajo como corrector en el Fondo de Cultura Económica; ya había publicado varios de sus cuentos, y es en 1949, tras la publicación de su primer libro “Varía Invención”, que ganaría reconocimiento como escritor. A la par, sus malestares físicos y emocionales se intensificaban.

En otro tiempo trató al doctor Raúl Fournier, quien lo asistió en sus primeros padecimientos gástricos, que desgraciadamente lo acompañaron durante toda su vida y siempre se mezclaron con problemas mentales, como severas crisis de angustia, agorafobia, y claustrofobia. Enfermedades reales o imaginarias, a veces, que lo obligaron a andar siempre acompañado de una persona, ya fuera uno de sus hermanos: Librado, Felipe, Antonio, o Bertha, o uno de sus tres hijos, un amigo o un discípulo. El caso es que desde 1947 Juan José siempre dependió de alguien para vivir

Orso Arreola

Ello no le impidió seguir escribiendo (hasta el momento en que consideró que ya lo había dado todo), antes bien, continuó su camino como escritor y promotor cultural, sembrando semillas en los estudiantes de sus talleres literarios. Algunos devendrían a su vez en grandes escritores. Sara Poot lo describe con belleza: “… lo que considero la propuesta de escritura de Juan José Arreola como parte fundamental de su proyecto literario que es, a su vez, un proyecto amoroso de vida”. 

Juan José Arreola

Esta vida contada, estas memorias elegidas por Arreola para ser escritas y publicadas, concluyen con otro íntimo testimonio. 

Me dijiste, Fernando, me lo han dicho otros, que siendo mi conversación tan rica y brillante, cometo siempre el pecado de la dispersión, que me voy por las ramas y por las ramas de las ramas. Es verdad. Por eso mis pocos intentos por saber quién soy a través del psicoanálisis han sido vanos. Siempre me envolvía y envolvía a los psiquiatras en nubes de palabras, hasta el punto de que ni el psiquiatra ni yo sabíamos quién era el uno y quién era el otro

Algunos de los textos de Arreola en que encuentro la influencia de la literatura psicoanalítica, y otros en que tal encuentro se sugiere, son: “Análisis de un sueño” (1941), El soñado (1949), Apuntes de un rencoroso (1950), “Autrui” (1952), “Informe de Liberia” (1962).

Para concluir este recorrido, y para nuestro deleite y regocijo, valga confirmar en su propia letra, la presencia del psicoanálisis en la extensa, multifacética, atemporal y vibrante obra del maestro de Zapotlán. 

Informe de Liberia

Como ocurre siempre entre mujeres, el rumor se ha propalado de boca en boca, y una legión de embarazadas nerviosas consulta en vano a los médicos circunspectos. El número de bodas decrece sensiblemente en tanto que prospera de modo alarmante el comercio de los anticonceptivos.
      Ante el mutismo de las organizaciones científicas, los periodistas recurrieron en mala hora a la Asociación de Parteras Autodidactas. Gracias a la presidenta, una matrona gruesa, estéril y charlatana, el chismorreo ha tomado un giro definitivamente siniestro: en todas partes los niños se niegan a nacer por las buenas y los cirujanos no se dan abasto practicando operaciones cesáreas y maniobras de Guillaumin. Por si fuera poco, la APA acaba de incluir en su catálogo de publicaciones clandestinas el relato pormenorizado de dos comadronas que lucharon a brazo partido con un infante rebelde, un verdadero demonio que por más de veinticuatro horas se debatió entre la vida y la muerte sin tomar para nada en cuenta los sufrimientos de su madre. Anclándose como un pocero sobre los huesos iliacos y agarrándose de las costillas, dio tales muestras de resistencia que las señoras se cruzaron finalmente de brazos dejándolo hacer su voluntad…
      Como era de esperarse, los psicoanalistas son los únicos hombres de ciencia que han abierto la boca: atribuyen el fenómeno a una especie de histeria colectiva y piensan que son las mujeres y no los niños quienes se conducen en el parto de una manera anormal. Con ello expresan una clara censura al hombre de nuestros días. Tomando en cuenta el carácter explosivo del alumbramiento, un psiquiatra afirma encantado de la vida que la rebelión de los nonatos, aparentemente sin causa, es una verdadera Cruzada de los Niños contra las pruebas atómicas. Ante la sonrisa burlona de los ginecólogos, concluye su alegato con ingenuidad flagrante, insinuando la idea de que tal vez no sea este en que vivimos el mejor de los mundos posibles.

Bibliografía

  • Fernando Del Paso, Memoria y olvido de Juan José Arreola, Fondo de Cultura Económica, México D. F. 2003.
  • Juan José Arreola, Análisis de un sueño, Summa Vol. 1 Revista bimestral, Guadalajara Jalisco, Julio 1953.
  • Juan José Arreola, Prosodia y Variaciones Sintácticas.  Fondo de Cultura Económica, México D. F. 1997.
  • Orso Arreola, Juan José Arreola Vida y Obra, Emprendedores Universitarios, Guadalajara, Jal. 2003.
  • Sara Poot Herrera, Un giro espiral, El proyecto literario de Juan José Arreola, Universidad de Guadalajara, 1992.
  • Sigmund Freud,Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, Obras completas, Amorrortu, Vol. XI, Buenos Aires 2003.

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