Locura, poesía y lazo

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El presente texto es una reseña del Capítulo V: “Alcira y el papel higiénico (en el platillo volador)” de la tesis doctoral Alcira Soust Scaffo y los papeles (2023)

I

El 18 de setiembre de 1968 la fuerza militar mexicana invadió y ocupó la Ciudad Universitaria (CU) de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Alcira Soust Scaffo (Durazno, Uruguay, 1924- Montevideo, Uruguay, 1997) se encontraba en la Torre de Humanidades, al costado de la Facultad de Filosofía y Letras. Por las ventanas divisó tanques militares, detenciones y golpizas. En esos momentos, antes de esconderse en el baño para no ser descubierta, colocó en altavoz el poema “¡Qué lástima!” del español León Felipe de quien era amiga desde 1957. El poema versa de la siguiente manera:

¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza de este tiempo
lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar
con una voz engolada esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma,
la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra,
desde una raza a otra raza,
como pasan esas tormentas de estío
desde ésta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña en la estepa castellana
Y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada:
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la montaña.
Después… ya no he vuelto a echar el ancla
y ninguna de estas tierras me levanta ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
y el retrato de un mi abuelo
que ganara una batalla.
¡Qué lástima que yo no tenga un abuelo
que ganara una batalla, retratado
con una mano cruzada en el pecho,
y la otra mano en el puño de la espada!
¡Qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque… ¿qué voy a cantar
si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo
que ganara una batalla,
ni un sillón viejo de cuero,
ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy
un paria que apenas tiene una capa!

Sin embargo…
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también.
Y todo mi ajuar se halla en una sala muy amplia
y muy blanca que está en la parte más baja
y más fresca de la casa. Tiene una luz muy clara
esta sala tan amplia y tan blanca…
Una luz muy clara que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas leyendo en mi libro y viendo
cómo pasa la gente al través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen
arrastrando sus miserias de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana siempre,
y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia tiene su cara en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa…
Ella entonces me llama ¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de mala gana,
ni se para en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala, muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara, por esta calle tan ancha,
al través de la ventana, vi cómo se la llevaban
en una caja muy blanca… En una caja muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana…
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre
el cristalito de aquella caja tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por este cristal de mi ventana…
Y la muerte también pasa…

¡Qué lástima!
Que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo
que ganara una batalla,
ni un sillón viejo de cuero,
ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria que apenas tiene una capa…
venga forzado a cantar, cosas de poca importancia!

El poeta León Felipe

¿Es posible reconocer a Alcira en este poema? Alcira Soust Scaffo, maestra y poeta uruguaya, viajó a México en 1952 para realizar un posgrado en el marco del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y El Caribe (CREFAL) con una beca de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Finalizó en 1953 con una tesis titulada “La recreación en la estructura de la personalidad”. Decidió quedarse en México, sin papeles legales que le apararan su residencia. Fue en esa época que comenzó a frecuentar círculos de intelectuales y artistas mexicanos y también muchos españoles exiliados de la dictadura de Francisco Franco. Entre todos ellos se destacan Rufino Tamayo, Emilio Prados, León Felipe, José Revueltas. En la década del 60 se aproximó a la UNAM y simpatizó con el movimiento estudiantil del 68. La escritura poética y el activismo político fueron las constantes de Alcira, motivada e impulsada por sus amistades. En la década del 70 inauguró el proyecto: “Poesía en Armas. Amigos del Jardín Cerrado Emiliano Zapata. Secretaría de la Defensa de la luz”. Se trataban de papeles mecanografiados que entregaba en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras, en los que figuraban poesías de autores latinoamericanos y europeos, comunicados que invitaban a las actividades estudiantiles del momento, comentarios analíticos y traducciones de poesías y también poemas de su autoría. El proyecto fue acompañado de un jardín en los alrededores de las Facultades de Filosofía y Letras y Psicología y cartelería: ilustraciones de Alcira con temperas o acuarelas.

Necesario es volver a la pregunta, ¿es posible reconocer a Alcira en este poema? Es posible sostener (o crear una lectura interpretativa) que el yo lírico del poema tiene cierta relación con la autora. Otra que no está en su tierra, en su patria, que no tiene casa, que deambula, errante y nómada. ¿Otra exiliada? Alcira siempre está acompañada de amistades, como el yo lírico que se encuentra acompañado por esa niña, pero se trata de una compañía que desaparece y aflora una vez más, la soledad. ¿Por qué este poema en el altavoz y no otro? Es posible augurar que Alcira convive en el poema de León Felipe y que este poema se relaciona con una de sus primeras creaciones poéticas que se le adjudica el nombre “La niña loba”, escrita diez años antes del suceso, en 1958.

Por la calle alegre

va la niña sola

                                    -Parece gacela

                                    -Pronto será loba

Por la calle alegre

camina ella sola

                                      -Sonriendo y sonriendo

                                      – Sólo llora a solas

Por la calle alegre

juega con los niños

                                        -Parece uno de ellos

                                        -La niña y los niños

Por la calle alegre

ella va cantando

                                        -Que viva alegría!

                                        -En su canto hay llanto

En la calle alegre

ha quedado sola

                                        -A nadie sonríe

                                         -Llora, llora, llora

En la calle alegre

las puertas cerradas

al paso silente

de la niña sola

                                           -Cómo huye la gente!

                                            -Ahí viene la loba!

                                                               

     (SOUST SCAFFO, 1958)

Con el poema “¡Qué lástima!” de León Felipe (y “La niña loba”), Alcira recibió a los soldados. León Felipe en México era un exiliado de la dictadura de Francisco Franco. Alcira, una uruguaya en México que se encontró, cuidó y protegió a estos poetas, entre ellos a Felipe. El mismo 18 de setiembre de 1968, mientras la fuerza militar invadía y ocupaba la Ciudad Universitaria, mientras Alcira colocaba en el altavoz “¡Qué lástima!”, León Felipe fallecía. ¿Lo sabría Alcira? Nunca se podrá responder esa pregunta.

Alcira pasa doce (12) días encerrada en el baño de la Torre de Humanidades de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el octavo piso. Este hecho se leyó bajo dos formas que se oponen entre sí: el haberse escondido o el haber resistido. Alcira no tenía sus papeles legales, de uruguaya residente en México. Si la encontraban, la deportaban. Al mismo tiempo, Alcira se había unido a la lucha del movimiento del 68 mexicano. Entonces, ¿se escondió o resistió? Es posible sostener que Alcira escondiéndose en el baño, manifestando en su accionar, en su cuerpo, su deseo de no querer ser descubierta; resistió al posible hecho de ser deportada (suceso individual) y en esa resistencia, la potencia proyectiva colectiva de soportar una invasión militar en el marco de la coyuntura de 1968. Ahí el mito que hoy mantiene la comunidad universitaria mexicana, de Alcira como hito de la resistencia del movimiento del 68. Alcira deja de ser Alcira y es transformada, en México, en una leyenda. Leyenda de resistencia y de valentía.

En esos doce (12) días Alcira se mantuvo a base de agua y papel higiénico, pero también sobrecitos de café y azúcar (aquellos que sirven en los bares de forma gratuita). Agua, papel higiénico, café y azúcar. Doce (12) días. La estadía no estuvo exenta de delirios. Salomé Bolaño (hermana de Roberto Bolaño), que fue muy amiga de Alcira, recuerda que le contó que en alguna oportunidad sintió que vio aparecer a su tío con una bandeja colmada de papas y boniatos. En el cuento de Bolaño, Alcira expresa que sentía el olor a esa comida y el humo que salía de la misma. “-Tío, ¿qué haces aquí?” le preguntaba Alcira. “A traerte comida, pues”, le contestaba su tío. En este suceso irrumpe por primera vez la producción delirante. Ahora bien ¿qué función cumplió el delirio en ese momento? Parece que el delirio, en esta instancia, ofició de lazo social sobreviviente: deliró con comida y con vínculos, las grandes ausencias en esos días[1].


Transcripción: México. Obra de Alcira Soust Scaffo

Cuando la fuerza militar se retiró de la Cuidad Universitaria, el 30 de setiembre, Rubén Bonifaz Nuñez, Miguel León Portilla y Alfredo López Austin, fueron los que encontraron a Alcira tendida en el suelo del baño de hombres. Deliraba a media voz y se tambaleaba. A pesar de ello, Alcira tenía aliento para intentar defenderse y expresar que había ido a un homenaje al poeta León Felipe. La poesía y la amistad vuelven a la escena en búsqueda de una explicación que la salve y no la detenga (Alcira no lograba distinguir que no eran militares que la capturaban sino amigos que la descubrían).

Alcira registró la salida del baño con varias hypomnématas. Se tratan, en términos de Foucault, “en sentido técnico, podían ser libros de cuentas, registros públicos, cuadernos individuales que servían de ayudamemoria. (…) En ellos se consignaban citas, fragmentos de obras, ejemplos y acciones de los que se había sido testigo o cuyo relato se había leído, reflexiones o razonamientos que se habían oído o que provenían del propio espíritu” (1983, s/p). Algunas de ellas resaltaban el amor y la vida. También se encuentran expresiones de poemas anteriores de Alcira. A saber: “Toro y torero” (un poema dedicado a su amigo Carlos Landeros), “El sol (hila) mar”, “la barca en el mar navega”. Se trata de escrituras sin orden ni clasificación que ocupan toda la hoja. Escritas en los márgenes superiores e inferiores; izquierdos y derechos y en el centro. Reminiscencia poética que la sostuvo aquellos días de incertidumbre. Entonces, además de comer papel higiénico, comió papel poesía:

II

El tan conocido “encierro en el baño” de Alcira (no hay que olvidar que parte de la trascendencia de Alcira vino en función de “Auxilio”, personaje de las novelas Los detectives salvajes y Amuleto de Roberto Bolaño, de quien fue amigo de Alcira, que también queda encerrada en el baño a raíz de una invasión y ocupación militar) fue un suceso que la relaciona (al menos de forma explicita en algunas de sus hypomnématas) con la locura. Por ejemplo, un año más tarde, en 1969, describió dicha vivencia como un viaje en un platillo volador. Esto lo escribió en varias oportunidades, tanto en español como en francés. En una carta dirigida a un amigo llamado Leopoldo le expresa:

Leopoldo: Nunca llegues a la locura. Es insoportable […] Te quiero decir que después de andar en mi platillo volador no pude regresar a este mundo en que vivimos donde el orden no es el de las esferas donde hay hambre y hay huelga y hay luz y hay niebla y apenas se puede vivir “(por el smog) y hay amor y desamor y todo lo humano se da: aquí y lo no humano se da aquí cuando lo reflejamos…” Tales fueron unas tras otras las márgenes que se presentaron ante mi (MUAC, 2018, p.208)

¿Cuál es la relación de Alcira con la locura?, ¿es posible precisarla? ¿Es el encierro del baño un factor desencadenante o ya existía en ella algo relacionado con la locura (o que se distinguía del resto) previo a este hecho?, ¿locura y/o psicosis?, ¿limitación o potencia?

Por un lado, la familia sostiene que el factor desencadenante no fue el encierro en el baño sino una pérdida de un embarazo que Alcira, en alguna de sus cartas, denominó como tragedia. Por otro lado, las amistades que la conocían de antes de este suceso afirman que no hubo grandes cambios pero sí destacan que en Alcira existían formas de estar, de habitar la realidad que la hacían distinguirse. Por ejemplo su vida compartimentada: a Alcira no le gustaba hablar de su pasado y tenía, en México, muchas amistades que eran de distintos círculos y nunca las juntó a unas con otras. Las amistades sostienen que eso la envolvía de misterio y paradojalmente, al tener muchas amistades, de ser una persona solitaria. También recuerdan sus grandes enojos de los cuales, muchos de ellos, alcanzaban algún pasaje al acto.

Alcira, distinguida, a contrapelo de una forma de ser y esperable de la sociedad, experimentó en la década de 1980, cinco internaciones psiquiátricas. En 1988, tras la quinta internación, se le diagnosticó psicosis delirante crónica de características paranoides. ¿De qué sirve pensar a Alcira desde esta epistemología? Pensar a Alcira como una psicótica, como una persona con psicosis delirante crónica de características paranoides, lejos de potenciarla, la encierra y la delimita porque implicaría, como todo estudio aplicado, imponer una lectura en alguien que escapa con su accionar a todo lo existente y establecido. El diagnóstico psiquiátrico es un registro lingüístico que coagula la potencia de Alcira y su producción político-poética. Sin embargo, es posible apoyarse en cómo determinada perspectiva analítica piensa a la locura. Por ello, las siguientes preguntas,¿hay algo loco en Alcira?, ¿cómo se piensa la locura en Alcira?, ¿qué es eso loco que presenta la poeta?

En “Locura, ausencia de obra” (FOUCAULT, 2012/1964), Foucault relaciona a la locura con el lenguaje y con la literatura. La locura, desde el siglo XIX, en el parentezco con la enfermedad mental, deviene en una experiencia del lenguaje excluido en tanto no necesita de una decodificación. El lenguaje excluido es el que pronuncia palabras sin significado, desacralizadas, o el que guarda significados prohibidos (que luego la Psiquiatría captura con otras nominaciones, conceptualizaciones y terminaciones). Foucault establece que si bien Freud le dio sentido a ese lenguaje de la locura tenido como excluido; al darle sentido calló a ese legos irrazonable. Ese sentido rellena un vacío que es propio de el lenguaje de la locura. Rellenándolo, imponiéndole un sentido, lo anula.

Quizás, ese “vacío” propio del lenguaje de la locura, pueda, no ser rellenado con lecturas, preguntas y respuestas e interpretaciones sino ser simple y complejamente escuchado en tanto algo tiene para decir. La afirmación misma de lo real lacaniano, de un no saber que se sabe y que no cesa de hacerse presente, de escribirse. Son los artistas, como Artaud, Hölderlin, Sade, Nerval, y aquí se incorpora: Alcira, quienes reflejan esta afirmación en su literatura. Son testigos del “vacío” que acompaña la escritura poética. De “tenerlo en la punta de la lengua”. Con su literatura, con su locura llevada a la literatura, bordean ese vacío. Es posible de sostener que sus escrituras llevan inscripto su propio “desciframiento”. Con la vivencia de llevar su experiencia de locura a la literatura, un trabajo de albañilería, artesanal: una obra. Por ello, Alcira sostuvo su existencia en la albañilería poética. Dio forma a su locura y salió de ella creando poesía. Esa es su obra.

III

La escritora, con su escritura poética creó formas literarias disidentes, únicas y disimiles. Un ejemplo es el uso de la repetición a través de anáforas cuando se trata del mismo poema, en imágenes que se observan en distintos poemas y las diferentes versiones de un mismo poema. En la insistencia de la repetición, aflora lo nuevo. En la insistencia que se escribe, gracias a la repetición, se encuentra una verdad de Alcira. Otro ejemplo es el juego que Alcira tiene no solo de palabras sino, y en este aspecto lo novedoso, de letras. Es el caso de la letra “h”. En primer lugar, el poema “Que la h desaparezca”. En este poema, el yo lírico pide que la “h” desaparezca: “Por cada h una flecha/ disparada con amor”. Expresa que la h no tiene voz y aclara: “(y no es silencio)/ (es lo superfluo”. Sobre el final del poema, el yo lírico se como le “h” de hambre y eso le implica:

Fragmento de “Que la h desaparezca”
Imagen extraída de MUAC (2018, p. 176)

Este juego lo hace con el poema “Y umo que vá a las estrellas!” Importante precisar que ambos están escritos en hojas que tienen el mismo encabezado, el nombre de Raúl Montalvo y una dirección mexicana. En casa de Raúl vivió Alcira. En este poema no solo falta la “h” de humo sino también en el siguiente verso: “uertos 1 huertas! Igos 1 igueras”. Además, sobre el final del poema, en letra cursiva expresa: “Tenía hambre y me comí la m” y en los próximos versos escribe sin la “m”:

Fragmento de “Y umo que vá a las estrellas!”
Extraído de MUAC (2018, p. 178)

El comerse y beberse la “h” de hambre se repite en una de sus hypomnématas del 13 de setiembre de 1966. En esta, fusión de español y francés, Alcira se encontraba enojada: “este mierda es más que mierda es un marica de las ciudades de carne tumefacta y pensamiento inmundo! De esos que en el verso nombraba Lorca! Se llevó el catre y ahora lo trajo el muy mierda!”. Sobresale cómo, en su enojo, se apoya en unos versos de la “Oda a Walt Whitman” de Federico García Lorca. Luego escribe:

Me como la h de hambre

Me como Me bebo la h de hombre

Me bebo me como la h de higo higuera

                                           hermano

Me bebo las H de las H H H H cuando

no es en H2O                           hambre

Comí bebí la h de hambre      cuantas

                                               cuantos hombres

sin hembras          hembras sin hombre

Soy hembra sin hombre

Me como la ha de hambre

Posterior a estos escritos es la siguiente hypomnémata:

Me empache de H…

Todos los anteriores escritos son anteriores a 1968. La “h” en Alcira ya estaba presente. Letra que, como ella definió, no tiene voz pero no es silenciosa sino lo superfluo. Lo superfluo parece cobrar una gran importancia. Alcira permite ubicar lo superfluo como una centralidad necesario a atender y leer.

El “vacío” que afirma la escritura poética de Alcira revela el misterio que envuelve la acción loca puesta en la escena poética de Alcira. Su albañilería poética guarda una verdad impregnada de misterio que la sostiene y la (en)laza.

Notas:

[1]Este aspecto del delirio Freud lo identificó en las neurosis de guerra. En Uruguay se observó en varios ex presos políticos de la dictadura uruguaya (1973-1985). El ex-presidente José Mujica y el científico Henry Engler son ejemplo de ello.

Referencias bibliográficas:

FOUCAULT, Michel. “L’ecriture de soi”. Corps écrit, L’Autoportrait, Paris, Francia n° 5, feb., 1983.

FOUCAULT, Michel. “La locura, ausencia de obra” En Historia de la locura en la época clásica. Tomo II. Buenos Aires: Fondo de cultura economica, 2012/1964

MUSEO UNIVERSITARIO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO. Alcira Soust Scaffo. Escribir poesía ¿vivir dónde? Ciudad de México, México: RM, 2018.

PAGANO ARTIGAS, Estefanía. Alcira Soust Scaffo y los papeles. 2023. Tese (Doutorado em Literatura) – Programa de Pos-graduacao em Literatura, Universidade Federal de Santa Catarina, Florianópolis, 2023.

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